El valor de un gol
Históricamente se ha considerado que, en competiciones por eliminatorias, jugar el segundo partido y definitivo en casa supone una ventaja. Para mí no tiene porque ser así
LUCAS ALCARAZ
Jueves, 18 de marzo 2021, 00:35
Históricamente se ha considerado que, en competiciones por eliminatorias, jugar el segundo partido y definitivo en casa supone una ventaja. Para mí no tiene ... por qué ser así y lo digo en base a razonamientos tanto objetivos como otros más cercanos a la percepción que tengo de este equipo, que nos tiene sumidos en un sueño permanente.
Hay una situación clave en las competiciones eliminatorias y es que tus goles en caso de empate valen doble en campo contrario y en caso de prorroga –y aquí reside la ventaja de jugar el segundo partido fuera– el visitante estira esa ventaja media hora. Podíamos añadir que desde la 'nueva normalidad' el aliado afición, para corregir un mal resultado en el partido de ida, se ha perdido. Aquella liturgia de las remontadas, que le asignaba a la grada aquello de marcar el primer gol, debemos aparcarla hasta nueva fecha.
Sumaría a lo anterior que las idas suelen ser partidos más tácticos, donde se tiene mucho en cuenta no encajar, no cometer errores y jugar sabiendo que hay otro partido, y ese trabajo lo hizo y bien el Granada, en esta y la anterior eliminatoria contra el Nápoles.
Los partidos de vuelta son más de todo o nada y, si hay que ir a por un gol, se suele hacer con mucha mas munición, los equipos se quitan la 'careta' sabiendo que no hay más oportunidades y suelen ser partidos de más tantos, lo cual hoy puede ser definitivo para conseguir el pase.
Si seguimos por la vía de la objetividad, el Granada ha dejado de marcar en siete de cuarenta y tres partidos y ahí incluimos Madrid, Barça y el esperpento de Anoeta, así como el doble empate ante el PAOK. Por contra, al Molde le han marcado en Europa en casi todos los partidos. En el que antecedió a esta eliminatoria, encajó tres de local ante el Hoffenheim. Estos datos también invitan al optimismo.
Hay equipos que se manifiestan más cómodos desde la horizontalidad, dándole mucha importancia al dominio del espacio, a las basculaciones en defensa, a una disposición muy proporcional y a madurar la jugada en campo contrario, guardando mucho el equilibrio ante la pérdida.
Otros como el Granada se sienten más cómodos siendo verticales y provocando los duelos a la altura que cada momento le permite, sin guardarse ni un metro en la presión, para conseguir recuperaciones que le permitan llegar a situaciones de gol, buscando de manera decidida la yugular del oponente, priorizando llegar al área con bastantes efectivos que, al surgir de segunda línea –Yangel, Montoro, Puertas, Kenedy–, son más difíciles de detectar. Así el equipo se encuentra más cómodo, en modo asalto que en la especulación.
Es evidente que al ser el fútbol un deporte colectivo de colaboración con los tuyos y de oposición al contrario, los noruegos, muy aseados en lo colectivo, comprobaron que el nivel de nuestros atacantes no es el que acostumbran a enfrentar en su liga doméstica. Porque el fútbol se juega once contra once pero se gana uno contra uno y en esto el Granada es superior en intención y en potencial.
Tras haber corregido últimamente la tendencia a encajar, con dos porterías a cero, en mi opinión, hay que darle importancia capital a esa virtud de anotar, ya más que demostrada porque hoy un gol vale una eliminatoria y creo que ese es el camino más directo para conseguir alargar el sueño a cuartos de final.
Carpe diem, rojiblanco horizontal.
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