Punto y seguido
Fue un partido extraño para el granadinista: no todos los días se juega por ascender en Los Cármenes. A los once minutos todo lo que se jugara en adelante se estaba jugando de más
Era el día D y la hora H pero habrá día E y hora I. Y hasta F y J. No pudo ascender el Granada ... cuando tenía todo preparado pero conserva una situación privilegiada, única, premio al regularísimo y constante trabajo de toda una temporada de discurso inamovible y esfuerzo innegociable. No era una final y la vida sigue, idéntica, con el objetivo al alcance de una victoria. Una más. Puede ser en Mallorca o puede ser en Los Cármenes contra el Alcorcón y un punto más de intriga que ojalá que no sea necesario.
No fue un buen partido de los de Diego Martínez porque no era un partido más por mucho que se empeñara el de Vigo, que ha llevado el relativismo gallego un peldaño más allá con ese 'pasito a pasito' que ya espera en el último escalón del Olimpo. Era una batalla, no una fiesta, pero igual que los periódicos preparan dos planillos por lo que pueda pasar el club y la ciudad debían de prevenir el éxtasis. No era una final pero sí uno de esos partidos en los que sólo importa ganar aun sin juego por más que jugando bien sea más fácil ganarlos. Los rojiblancos no tuvieron su mejor tarde ante el Cádiz, imprecisos y precipitados durante la mayor parte del choque, tensas las piernas y nubladas las ideas.
Era imposible que permanecieran ajenos a la realidad: una victoria los llevaba a Primera. Diego Martínez es un tremendo gestor y probablemente un fantástico mentiroso cuando dice que sólo mirarán la clasificación en la jornada 42 pero hay emociones que escapan a su control. Los jugadores lo sabían y con esa tensión jugaron. La madurez exhibida en otras ocasiones, como el lunes en el Carlos Belmonte, se convirtió en inquietud juvenil, como cuando se espera el primer beso y se termina esfumando. Suspiraban ante el paso de los minutos como el aficionado que devoraba su tabaco.
Fue un partido extraño para el granadinista: no todos los días se juega por ascender en Los Cármenes. Las constantes interrupciones lo enrarecían aún más, con poco margen para el fútbol. A los once minutos todo lo que se jugara en adelante se estaba jugando de más. Que se lo digan a José Antonio Martínez, un pilar toda la temporada, a la altura de sus centímetros, resquebrajado su isquiotibial antes de la media hora en uno de los días de su vida. Salió Bernardo para acompañar a Alberto Martín como dos de los hombres a la sombra de esta plantilla, siempre reivindicados por el mesías Diego Martínez, esta vez expuestos a la luz.
No les tuvo que hacer demasiada gracia, como ninguna se la hizo al granadinismo, correr detrás de Darwin Machís. De nada sirvió que sus amigos en la ciudad le prometieran una noche en la Alhambra. El venezolano mostró su faceta más competitiva, excitado por enfrentarse a la afición de Los Cármenes que tanto le quiso la temporada pasada y todavía le quiere ya hoy, porque ayer nada. Revivió el Granada-Cádiz de la temporada pasada, cuando con la rojiblanca destrozó las aspiraciones de los que hoy le cantan. No tuvo amigos sobre el verde. Primó su profesionalidad.
Había tanto Instagram activo en Los Cármenes que se terminaron por quemar los fusibles de la fiesta cuando Aketxe puso la pelota en la escuadra con la maestría de un enganchado al FIFA. La tarde tuvo algo de 'gatillazo' y muchos volvieron a casa cabizbajos, entre ellos el hermano de Fede San Emeterio, Borja, camuflado con su camiseta entre la afición, una temeridad siendo gemelos. Quien mantuvo el mentón alto fue Diego Martínez, que cree en su religión como si le diera de comer porque de hecho lo hace. En su cabeza fue un buen punto. Un paso más en la 'eterna lucha' que pide paciencia. 'Not today', pero sí muy pronto.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión