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A Primera con un empujón del Málaga
El Granada cierra un año para el recuerdo con su vuelta a la élite tras empatar en Mallorca y recibir el favor de los blanquiazules en el Belmonte
Rafael Lamelas
MALLORCA. Enviado especial
Miércoles, 5 de junio 2019, 01:30
La verbena estuvo en Son Moix pero el partido crucial se estaba disputando en el Carlos Belmonte. El Granada consiguió el ascenso a Primera y ... coronó así una temporada de ensueño, aunque el último empujón, leve pero fundamental, se lo dio el Málaga, ese vecino convertido en hermano, que ganó al Albacete y mandó a la cuneta al rival directo de los nazaríes.
Los rojiblancos sacaron un 1-1 frente a un Mallorca elegante y percutor. El punto por sí solo no era suficiente para desequilibrar la balanza. Necesitaban el favor de los blanquiazules y lo obtuvieron, no sin suspense, como se escribe esta eterna película de sufrimiento y angustia que marca los anales del conjunto de Los Cármenes, en el viejo y en el nuevo, vetados para la celebración.
Real Mallorca
Reina; Sastre, Valjent, Raíllo, Estupiñán; Pedraza (Baba, m.60), Dani Rodríguez, Salva Sevilla, Leo Suárez (Valcarce, m.84), Lago Junior y Budimir (Abdón Prats, m.78).
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Granada CF
Rui Silva; Víctor Díaz, Bernardo (Ojeda, m.84), Germán, Quini; Fede San Emeterio, Montoro, Puertas, Vadillo; Fede Vico (Pozo, m.71); y Rodri (Adrián Ramos, m.67).
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goles 1-0, m.68: Salva Sevilla; 1-1, m.88: Fede San Emeterio.
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árbitro Arcediano Monescillo (colegio castellano-manchego). Amonestó a los locales Pedraza y Estupiñán así como al visitante Quini.
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INCIDENCIAS Partido de liga disputado en el estadio de Son Moix ante 13.839 espectadores (cifra oficial).
Ontiveros y Ndiaye catapultaron a los de la Costa del Sol, aunque llegaron a quedarse en inferioridad, recibiendo una muesca de Zozulia. Todo acabó en tierras baleares y aún quedó un interminable epílogo de siete minutos de alargue en suelo manchego. La plantilla del Granada contenía los gestos de alegría en el centro del campo. Se sentía el temblor que precede al terremoto. Diego Martínez evitaba pisar el terreno de juego, temeroso de esos hados corruptos que rodean el fútbol. Pero la noticia llegó volando, por mensajería rápida. El 1-2 era inamovible en Castilla La Mancha. Se desató una traca que retumbó hasta en la Alhambra. La ciudad y la provincia se echaron a la calle por fin, todo el mundo libre del corsé del miedo.
Se volvía a estar en la élite, dos años después de aquella tragedia en Anoeta. Una temporada inolvidable bañada en champán, que diluye las pinturas de guerra de cada rostro. Ese maquillaje marcial de los guerreros del rey Diego, el hombre que evitó el vocabulario grandilocuente, que jamás se venció a los delirios de grandeza y que vio más lejos que ninguno. Él sabía a dónde les llevaba pero no lo mencionó; lo obró.
El partido en sí no es que no tuviera angustia, sino que acabó siendo irrelevante. Se contempló a unos locales que querían imponer su ritmo, tocar rápido, llegar mucho, acorralar a unos visitantes con clara tendencia a la especulación. El Granada, más que agotado en lo físico ha aterrizado en el tramo definitivo sometido a situaciones tan estresantes que le podían llevar al colapso.
Un Mallorca animoso
El Mallorca fue un vendaval por momentos. Actúa con la determinación del ilusionado por algo que parecía quimérico y por lo que van a pugnar: subir. Recuerda a aquel Granada que venía de Segunda B, como es el caso bermellón, y que, cuando se quiso dar cuenta, estaba envuelto en unas eliminatorias a cara de perro en las que el santo se puso de cara para llegar a la máxima categoría. Esa oportunidad la tendrán.
El balón duraba menos que un suspiro en el bando rojiblanco. El conjunto armó su guardia, ocupó su sector y contuvo la ira balear, intensa por el costado de Estupiñán y Lago Junior. El Mallorca es una escuadra fina, de pie noble, toque corto y dinamismo en el avance. Probó pronto a Bernardo, una de las novedades, ajustado a la vera de Germán, notable en la contención a Budimir.
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La otra variación estuvo en el regreso de San Emeterio, el bendito hombre del norte. Puso la hormigonera a trabajar en la zona ancha y ralentizó la mayoría de progresiones de los de Vicente Moreno, como si hubiera arenas movedizas. San Eme, esa lapa que no suelta, esa inagotable pila alcalina, pidió la corona de laurel cuando ya se veía la tapa del libro, con un cabezazo imperial, impropio de su estatura. Este pivote que tanto ha madurado con esta camiseta derrota imposibles.
Los talentos nazaríes encontraron cepos por todas partes. Vadillo no salía del acorralamiento y Vico anduvo aún peor ante la abundancia de contrarios sueltos por su zona de influencia. El cordobés sólo se soltó una vez con una llegada por la derecha con centro que sacó Sastre.
Por entonces ya había anotado Ontiveros para el Málaga, pero la alegría era contenida en el banquillo granadino. Había que cumplir en el verde balear para quitarse los auriculares. Sin embargo, parecía cada vez más cerca la muesca bermellona. Pudo ser en una triple ocasión con probable penalti de Rui Silva, que estuvo gatuno despejando cuando le achucharon. El árbitro Arcediano Monescillo no vio relevancia al quite al límite. Ningún hincha rojiblanco se puede quejar de la actuación del colegiado en la velada.
La pausa no cambió el metraje. Seguía intentándolo el Mallorca, continuaba protegido el Granada. Algo sí se matizó; los rojiblancos empezaron a reconocerse. Ya no era sólo un adversario tímido, agarrado a las cuerdas, jugueteando con las manecillas del reloj. Mantenía la alerta, sin quitar un oído de lo que sucedía en el Belmonte. Celebró Ndiaye allí. Parecía improbable que las cosas se torcieran ya. Hubiera sido lo normal con cualquier otro club en un escenario así. Pero el Granada está habituado a que se le venga el aparejo a la barriga.
En Albacete, el punta malaguista Blanco Leschuk fue expulsado. Al poco, Zozulia recortó diferencias. Dos dianas más y el ascenso nazarí se podía poner cuesta arriba, salvo que el equipo diera un puñetazo en la mesa. Pero, para colmo, su resistencia atrás se venció por el lado izquierdo y Salva Sevilla, viejo rockero, apareció fugaz para remachar una combinación de equipo.
De Movistar a Gol
Entró Pozo rápido, pero lo único que vio fue un bombardeo sobre Rui Silva. La hinchada quizás empezó a quitar el canal de pago en el que emitían a los suyos y se pasó a la tele en abierto que ofrecía el Albacete-Málaga. El Granada reclamó la atención mientras trataba de sobrevivir a lo que parecía una carnicería. Puertas salió de la selva convertido en pantera, pero al llegar al área dejó de ser Ighalo. Su recorte seco le dejó clavado y permitió la anticipación de un zaguero.
Arriesgó Diego con Ojeda por Bernardo y cuando más inalterable parecía el 1-0, Vadillo frotó la lámpara y San Emeterio convirtió su testa en yunque. En una jornada de gloria, los dioses otorgaban su dicha a uno de los más currantes de la plantilla. Ese cántabro heroico.
El desenlace fue un duro contraste después de la tensión acaecida. El Mallorca bajó los brazos y se dedicó a danzar con el balón de parcela en parcela, en un deliberado pacto de no agresión por las convenientes tablas para ambos púgiles. Arcediano pitó el final y ya no hubo duda de que era Gol y no Movistar quien ofrecería la sentencia.
Siete minutos de añadido a lo lejos que parecieron siete años de tortura en una mazmorra. Incertidumbre feliz cuando se festeja un ascenso así, gestado pulgada a pulgada. Por la Puerta Grande mirando atrás, pero con un buen pacto a la andaluza para acabar.
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