Pobreza profesional
La otra mirada ·
El drama despelleja sin piedad a quienes están en el césped; no obstante, los máximos dirigentes de la entidad tienen su cuota de culpabilidad, y no es pocaJusto Ruiz
Granada
Sábado, 7 de junio 2025, 17:01
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La otra mirada ·
El drama despelleja sin piedad a quienes están en el césped; no obstante, los máximos dirigentes de la entidad tienen su cuota de culpabilidad, y no es pocaJusto Ruiz
Granada
Sábado, 7 de junio 2025, 17:01
No pudo ser. La derrota en Santander supuso el desplome absoluto y definitivo de un Granada que en ningún momento estuvo a la altura de ... las circunstancias a lo largo de la temporada. Una deriva que desembocó en el peor escenario posible, con el equipo fuera de la promoción y condenado a vagar por el 'infierno' de Segunda una campaña más. Un final desastroso, demasiado, para un mal camino. El de este Granada es uno de esos casos en los que las intenciones y los hechos rara vez coinciden. El ascenso, por historia, por economía, por orgullo, por todo, era y debía ser el primer y único objetivo del club, pero la realidad fue bien distinta todo el curso. La dirección deportiva y el cambio de Guille Abascal a Fran Escribá en el banquillo supusieron que la construcción del equipo caminara en una línea y las intenciones del juego, por la contraria. Así, el conjunto granadino siempre vio los puestos de ascenso directo a lo lejos, como el horizonte que nunca se alcanza por más que se camine hacia él. Menos si los pasos son lentos y a veces, incluso, hacia atrás.
Los jugadores juegan y el entrenador entrena, aunque a estas horas el granadinismo dude de esto, dude de todo salvo de sí mismo. Solo valía la victoria para luchar por la promoción de ascenso. Además de no conseguirlo, se fraguó un terrible partido que dejó de manifiesto que el equipo rojiblanco había llegado a la orilla del 'play off' impulsado por los vientos del azar. Que todo era medio mentira o medio verdad. En la intersección de esas realidades, alcanzó la cita de Santander dependiendo de sí mismo, con el objetivo de un triunfo que le hubiera dado el pasaporte para seguir en la pelea. No cabe la menor duda de que los futbolistas son máximos responsables de la catástrofe, incapaces ni siquiera de dar la mínima batalla deportiva. Dilapidaron la ilusión de una gran afición, de una ciudad, de una institución legendaria en manos de una mayúscula vulgaridad, incapacidad, pobreza profesional...
El drama despelleja sin piedad a quienes están en el césped. No obstante, los máximos dirigentes de la entidad tienen su cuota de culpabilidad, y no es poca. Si se profundiza en la herida, este equipo y los dos anteriores entrenadores los eligieron ellos, con una presidenta como cabeza visible de un grupo de dirigentes superados para regir una empresa deportiva con cierta ambición. Solo la contratación de Pacheta en el último suspiro maquilló durante ese déficit de gobierno. Ahora se han caído todas las caretas. El Granada ha sido un juguete en manos de demasiados irresponsables. Lo ocurrido de Santander, aunque parezca una hecatombe puntual, no es casual.
La afición del Granada volvió a demostrar en El Sardinero su grandeza, su sentimiento y su alianza indisoluble con un club al que no solo lleva en el corazón, sino también impreso en la herencia de todas las generaciones que le han precedido. La manifestación de apoyo que ha llevado a cabo en cada partido refleja su ilusión, pero también manifiesta la angustia y la ansiedad que ha vivido en las dos últimas temporadas. Por el granadinismo no quedará. Jornada a jornada, todos esos miles de aficionados han animado al equipo a pleno pulmón, sin pedir a cambio otra compensación que la máxima entrega por parte de los jugadores. El equipo debe de besar por donde pise su gente.
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