El Granada acaba con la ilusión
El destino del club está ya marcado a fuego, pero resulta en parte enternecedor y en parte dramático cómo se rebelan unos jugadores que intentan a marchas forzadas salvar su maltrecha reputación
Justo Ruiz
Granada
Domingo, 14 de abril 2024, 00:04
Asumido ya que el Granada militará en Segunda división la próxima temporada, los máximos dirigentes de la entidad han decidido quitarse la careta de Primera ... y planificar la campaña en la categoría de plata. Es para echarse a temblar. Uno puede ponerse una venda en los ojos hasta que quiera, pero el equipo rojiblanco es ahora mismo un muerto viviente. Un equipo capaz de batir todos sus registros negativos, plano, sin respuestas e incapaz de ganarle a nadie. 14 puntos de 60 y el plantel que más derrotas ha encajado (20) en lo que va de curso. Tremendo. En el fútbol, cuando un equipo alcanza ese estado es muy difícil encontrar una solución deportiva.
El Granada experimentó, en el primer acto en su partido aplazado ante el Valencia, una mejoría en su juego, muy propia de los enfermos en situación terminal antes de expirar, que toman un color saludable, piden una copita de anisete y recuperan la razón para ilusoria y fugaz alegría de los allegados. El destino del club granadino está ya marcado a fuego, pero resulta en parte enternecedor y en parte dramático cómo se rebelan unos jugadores que intentan a marchas forzadas salvar su maltrecha reputación.
Como habrán podido observar por los medios de comunicación, familiares o amigos en general, el Granada está pasando por los momentos deportivos más delicados y dolorosos en Primera. De momento, la peor temporada de su historia. Unos enfocan sus ilusiones a que todo cambie, a que se logre una sociedad mejor y más justa. Otros, con las pocas fuerzas que les quedan, intentan distraerse con familia y buenos amigos. Pero también dentro de esta maravillosa ciudad estamos los miles de granadinistas que, al igual que los antes mencionados, nos permitimos distraernos e ilusionarnos todos los fines de semana con que nuestro equipo gane al oponente y seguir con esa ilusión hasta el próximo encuentro. Desgraciadamente, nuestras ilusiones, las del granadinismo, esas que hacen que por unas horas seamos relativamente felices, se han propuesto quitárnoslas no sin antes pasar por una amargura que venimos sufriendo desde el pasado verano.
Ante esa amenaza, la afición ya ha levantado su voz y ha mostrado su disconformidad para forzar a un cambio de timón a la máxima responsable y culpable de esta situación tan desastrosa, que pretende fulminar 93 años de historia. El principio y el final de los males del Granada comienzan y acaban en sus dirigentes. La presencia de ellos los activa hasta el nivel por todos conocido y su salida indudablemente los amortiguaría y terminaría por corregirlos en el medio plazo. Son tales los excesos y el caos que han organizado que, muchas veces, el resto queda sepultado debajo de sus alargadísimas e incorregibles figuras.
Sin embargo, no sería justo obviar que, en otras esferas, siempre menores pero también con su cuota de responsabilidad, hay otros culpables de que el Granada esté como está. La gestión de sus dirigentes ha devaluado el club hasta un límite incontenible y tan cierto como eso es que tienen una habilidad innata tan pronunciada para errar la dirección que sus decisiones equivocadas llegan a influir directamente en lo que luego ocurre sobre el césped.
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