Boyé sale de la cueva
La otra mirada ·
Al delantero argentino le sobran arrestos para echarse encima a un equipo, asustar al miedo y rescatar a un equipo en apurosJusto Ruiz
Granada
Viernes, 21 de febrero 2025, 20:16
El empate es malo. No puede ser de otro modo cuando se acumulan méritos para llevarse la victoria, pese a la acción de Ricard indigna ... de un profesional. Un punto es un botín raquítico para lo que hizo el Granada en El Alcoraz, donde impartió un recital de entrega y sacrificio. Pese a jugar en inferioridad numérica todo el segundo acto, fue superior al Huesca a base de fútbol del bueno. Ese que somete al oponente a un desquiciamiento colectivo que le hace correr sin sentido. Fue mejor el Granada con balón y sin él. En la pizarra y en las dos áreas. En cada duelo individual. En músculo y en calidad. En todo. Pero no ganó y, víctima de los graves errores del lateral y del VAR en el gol de Patrick Soko, se volvió a casa con un punto más que, si bien le permite seguir sumando, sabe a rayos.
El equipo de Fran Escribá logró levantarse de la adversidad gracias al notable rendimiento que ofreció Lucas Boyé. Al delantero argentino le sobran arrestos para echarse encima a un equipo, asustar al miedo y rescatar a un Granada en apuros. Semejantes tareas suelen quedar en manos de veteranos de guerra curtidos en mil batallas con cicatrices en el cuerpo y en el alma. Son conquistadores de gestas, soldados de corazón que no dudan en situarse en primera línea de combate para liderar al batallón. Fue un delantero descomunal. Un valiente. Boyé cogió de la mano a los suyos y lideró un empate que mantiene al Granada con vida en la lucha por alcanzar el objetivo. Marcó el gol del empate, lo celebró con sus compañeros y miró a los aficionados rojiblancos que se dieron cita en el recinto oscense. Sí, a los seguidores granadinos que, guiados por esa bendita locura que recorre el cuerpo y el corazón, se desplazaron a tierras aragonesas para estar con su equipo. Les dedicó el tanto con una mirada cómplice y una sonrisa que tardará en borrarse de su cara.
El delantero estaba como un león enjaulado, sin buenas sensaciones, sin encontrar ni el camino del gol ni su mejor juego, atascado como el propio Granada, pero el argentino volvió a su ser en Huesca, lo cual es una enorme noticia para el equipo porque se le necesita para rematar la faena en la pelea por ascender. Cuajó su mejor partido en la presente campaña y fue, de nuevo, esa gran amenaza, esa mosca que no para de incordiar a la defensa, ese futbolista de potencia pura y, sobre todo, ese delantero que tanto anhelaba el Granada.
No hay tiempo para nada en esta competición liguera tan comprimida, ni para lamentarse ni para fallar mucho más. Tampoco es momento de buscar otra perfección que no sea ganar. El cómo nunca ha sido tan secundario como en estos momentos. Hay que alejarse de los errores graves como los que le costaron sendos empates ante Mirandés y Huesca. Todos los partidos valen igual, esos tres puntos en juego que el Granada dirime esta tarde ante un Zaragoza en horas bajas. El equipo rojiblanco está obligado a ganar al conjunto maño para mejorar su expediente y pensar de verdad en acercarse a los puestos de arriba. Necesita levantar el vuelo decisivo.
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