Un equipo adolescente

Pero la suerte hay que buscarla, dicen, y el Granada no lo hizo durante los 90 minutos. Por momentos, quizás demasiados, pareció perdido, dando la impresión de haberse adentrado en el macizo de Anaga, siendo zarandeado por los vientos alisios que a menudo pasan por el frondoso parque rural tinerfeño.

Álvaro Cervera, en el pospartido, pronunció la palabra 'raza' aludiendo a su equipo. Un Tenerife en puestos de descenso que no necesitó más. Ni tan siquiera que alguno de los menceyes lo protegiera, como parecen salvaguardar la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria.

La paradoja es que el equipo granadino no se derrumba ante la adversidad sino ante la fortuna, pues cuando suele adelantarse en el marcador comienza a perder el control de los partidos. Una sensación extraña que va percibiendo el aficionado granadinista antes de que se produzca la debacle.

Y es que el Granada parece instalado en una quiebra emocional permanente. Se teoriza en psicología acerca de que dicha fractura es el estadio final de todo un proceso. Quizás el que comenzara a principio de la temporada pasada en Primera y aún persiste, sin que nadie en el club y ningún entrenador hayan conseguido revertirlo.

En Tenerife, el Granada volvió a ser presa de distintas emociones que le impidieron marcar los tiempos del partido. Alegría, miedo, ansiedad y tristeza son agitaciones incorporadas en la película de animación 'Del Revés 2', todas ellas relacionadas con la adolescencia.

Y es que tal y como se compite esta temporada, el Granada, a veces, y por cómo se producen las derrotas, da la impresión de ser un equipo más adolescente que maduro.