Aqueronte
El hilo ·
Las derrotas en Andorra y Eibar han consumido ya el crédito acumulado en las primeras jornadas, arrojando una sensación de escuadra deslavazada, carente de conexiones que permitan que el juego fluyaADRIÁN ARGENTE
Martes, 13 de septiembre 2022, 11:08
Aunque las cicatrices recuerdan que se ha vivido y que de ellas deben extraerse siempre enseñanzas que procuren soluciones futuras en situaciones análogas, no siempre ... el tacto de las mismas conlleva una sensación satisfactoria, especialmente cuando determinadas heridas no se han curado bien.
El Granada fue sometido en Ipurua, un estadio que bien podría ser la fragua de Hefesto, dios de la forja y el fuego. Los nazaríes se convirtieron en el yunque sobre el que martilleó un equipo siderúrgico, absoluto dominador del partido, agrandando así su condición de bestia negra del granadinismo.
Las tres victorias que los rojiblancos obtuvieron en el arranque liguero, con más puntos que juego, dieron aire a su entrenador para ajustar los engranajes de un equipo en construcción. Sin embargo, las derrotas en Andorra y Eibar han consumido ya el crédito acumulado en las primeras jornadas, arrojando una sensación de escuadra deslavazada, carente de conexiones que permitan que el juego fluya.
Karanka, que en Andorra puso el foco en la actitud de sus jugadores, quedó ayer en evidencia frente a su colega, Gaizka Garitano, que supo llevar el partido a su terreno de inicio a fin. Comienza a evidenciarse una incapacidad manifiesta en el técnico granadinista para adaptar su formación a las necesidades de cada partido; y lo que es peor, se constata un preocupante inmovilismo cuando se requiere su intervención durante el choque. Su dirección de campo volvió a ser tardía y desacertada, como su rueda de prensa.
Una realidad que ya dejó ver el vitoriano durante el trágico partido contra el Espanyol, cuando se consumó el fatídico descenso. Entonces se aligeró de gravedad su comportamiento por un contexto que descargó su cuota de responsabilidad, pero ahora no parece aquello una casualidad sino una muestra de las carencias del preparador. Su continuidad en Segunda conllevaba el riesgo de llevar la mano a la cicatriz de aquel 22 de mayo, como está ocurriendo.
Hay además otra herida mal curada a la que cualquier aficionado puede recurrir cuando comprueba que su entrenador no es capaz de ofrecer soluciones a su equipo. Hubo otro que, hace no demasiado tiempo, supo (casi) siempre cómo afrontar los duelos y cómo reaccionar ante el infortunio. Ese recuerdo, aún fresco en la memoria, supone otra cicatriz que agrava la opinión sobre las habilidades del actual director técnico.
El Granada se encuentra ahora en la orilla del Aqueronte, río de la aflicción en el inframundo. Si quiere cruzarlo, tendrá que pagar con un óbolo a Caronte, barquero del Hades. Una moneda que en esta categoría solamente se gana con esfuerzo, sufrimiento, talento y capacidad. Más allá, esperan los Campos Elíseos, el Tártaro o los Asfódelos. El destino final, como siempre, está en manos del club.
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