Un divorcio turbulento
Por más que Piti intentara retroceder hasta su época en el Rayo para explicar sus desavenencias con José Ramón Sandoval, lo cierto es que sus verdaderas fricciones surgieron cuando comenzó a contar menos con él, lo que erigió al segundo capitán como un opositor feroz, dañando la salud de un vestuario voluble, que contribuyó a dividir intuyendo un despido del técnico, que no llegó
Rafael Lamelas
Jueves, 4 de febrero 2016, 23:44
Hay un vídeo, que difundió un canal televisivo de pago, que homenajea la trayectoria del Rayo Vallecano en los últimos años. En el mismo hay ... imágenes de su último ascenso a Primera división, el mismo año que el Granada, pero de manera directa. En medio del fragor de la celebración, entre bastidores, la cámara fija su objetivo en el entrenador y el capitán del equipo, que luce una peluca morada. Son José Ramón Sandoval y Francisco Medina Luna 'Piti'. Abrazados, ellos mismos sostienen el micrófono y se entrevistan el uno al otro. Más que un cuestionario, es un puro intercambio de piropos. Un momento álgido en su relación. Mucho ha llovido desde entonces, hasta que se reencontraron en el Granada. En principio, la relación parecía fluida. Sandoval contribuyó a salvar al Granada en aquella recta final frenética y Piti fue siempre titular con él, con mando en plaza. El deterioro arrancó este curso, hasta convertirse en el rosario de la aurora.
Piti apuntaba a elegido durante la pretemporada. En palabras de Sandoval, era la «magia» dentro de su plantilla. El jugador recogía el capote y resaltaba su fidelidad en verano. «Creo que jugando así podemos ganar muchos partidos», abundó en el descanso del encuentro ante el Betis dentro del torneo Ramón de Carranza, cuyo resultado sería negativo durante la segunda mitad. Aquel mensaje fue en cualquier caso significativo. Las tornas se giraron en el debut liguero, cuando el Eibar empezó a sonrojar al Granada en Los Cármenes. El técnico decidió sustituir en el descanso a Piti y el jugador se sintió señalado. El enfado le duró varios días y desistió a ir a la jornada de convivencia que el club organizó para subir al pico Veleta.
Piti fue suplente el siguiente encuentro, ante el Getafe. El equipo venció y él sólo disputó los últimos minutos, como trámite. Salió malhumorado. Sandoval, que hasta ese momento había tratado al segundo capitán con categoría de estrella, le dejó fuera de la siguiente convocatoria, ante el Villarreal. Se abrió así el periodo de guerra.
Piti posee una calidad contrastada, pero este atributo singular queda obviado si el futbolista no se pronuncia con la actitud adecuada. El Granada le arrebató al Rayo como agente libre, pero negociando un salario monstruoso, que superaba el millón de euros. Apóstol del juego de ataque, vertió alguna crítica velada al estilo de Lucas Alcaraz, que en el ecuador de la temporada incluso le desplazó de sus esquemas. Con el granadino volvió a recuperar el sitio e incluso fue uno de los asistentes a su rueda de prensa de despedida. Con Caparrós, sin embargo, el trato fue frío. «Para esto, me hubiera quedado con Lucas», soltó en un entrenamiento en el gimnasio. Jamás se sintió cómodo con el utrerano, que les aisló en la banda y le obligó a correr demasiado.
La aparición de Abel Resino le devolvió al epicentro, pero lo que parecía el matrimonio ideal no se terminó de consumar, pues salvo en el primer partido ante el Deportivo, en el que marcó, sus capacidades se fueron yendo abajo. Sandoval le mantuvo los galones. Cuando le quitó la categoría de titular, se desató la tormenta.
Autoridad a conveniencia
Lo peor no es que Piti no se haya ni aproximado a los 18 goles que alcanzó en su último curso en Vallecas, cifra desproporcionada en comparación con sus registros en campaña anteriores. Lo más acusado es que el club quiso importar con su fichaje un verdadero líder, que ha terminado usando su autoridad a conveniencia. El desencuentro con Sandoval pudo restañarse en la jornada siete, cuando el de Reus saltó tras el descanso, reactivó el juego rojiblanco y marcó el tanto que, a la postre, serviría para empatar el partido ante el Dépor en casa.
Para aprovechar esta motivación, el preparador de Humanes le devolvió a su alineación en Gijón, donde el equipo estableció un 3-3. El nuevo choque ocurrió en la siguiente cita ante el Betis. Le retiró en el minuto 54 y al llegar al área técnica, pateó una nevera de bebidas.
Dicen desde su entorno que el reproche que le tenía guardado a Sandoval es que en la época que sufrían impagos en el Rayo, el entrenador cobró alguna cantidad bajo manga. El técnico lo niega. De la misma manera, a Piti se le relacionó en su momento con un supuesto amaño de un encuentro cuando estaba en Segunda, que por supuesto él descarta. El caso es que ambas acusaciones no corrompieron la convivencia inicial. Fue la pérdida de confianza del director de orquesta sobre uno de sus músicos lo que convirtió al mediapunta en un fiero opositor.
Durante el caso disciplinario que afectó a Success, quiso que se mantuviera la marginación al delantero. Cuando Peñaranda irrumpió, se negó a que se cambiara con los miembros del primer equipo. Hizo piña con algunos futbolistas y llevó al bando de los detractores a Nico López, otro de los que se sentían heridos en el orgullo por no actuar sobre el césped. Entradas duras a algún integrante o enganches con algunos elementos que no eran de su cuerda. Así fueron estas semanas que cargaron el ambiente en un vestuario voluble, en el que se hizo fuerte al menos de puertas para fuera. En el campo, pocas veces.
Desde el club fueron tomando nota, investigaron y escucharon a las partes. La decisión estaba tomada desde hacía semanas. Tenían que negociar la rescisión de su contrato antes del final del mercado de invierno. No sumaba y, lo que era peor, restaba al colectivo tamaño enfrentamiento. La esperanza de Piti era una destitución que le aportara otra oportunidad con un nuevo jefe en el banquillo. Pero el despido fue para él. Se fue a Vallecas, donde siempre le quisieron. «Te fuiste por dinero, mercenario», le reprochó el lunes el delantero Lucas Pérez, del Deportivo, con pasado con el equipo de la franja, en una trifulca. Ahora regresa al hogar, con propósito de enmienda y bastantes más euros en la cartera, pero sin la cabeza del que fue un gran valedor y al que acabó odiando.
Más complicado de argumentar es la llegada de Iturra al Rayo permitida por el Udinese, en el que se encontraba. Sobre todo para un grueso de entusiastas aficionados del estilo aguerrido del 'Colocho'. Lo cierto es que en el Granada apostaron por Rubén Pérez y Krhin en esa posición en verano. En Italia, aportan, se han decantado por otro perfil en el invierno, pese a que jugó la mayoría de partidos de titular. Es raro.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión