La psicosis de Los Cármenes y el efecto contagio
Por más estilos que se tratan de implantar y futbolistas que pasan, rebrota la sensación de que en el Granada, más allá de virtudes o defectos, está instalado el virus del pánico
Rafael Lamelas
Jueves, 24 de septiembre 2015, 14:25
1. Definirse le está costando al Granada una pérdida de reputación a chorros sobre todo en su estadio, donde cualquier balance arroja ruina. La semilla ... que Sandoval pretende que germine no arraiga, pese a que los mismos protagonistas del caos del martes fueron prácticamente los que osaron rebatir su potencial a todo un Real Madrid. Pero en Los Cármenes pasa algo. Una especie de psicosis que atolondra a cualquiera, que se contagia hasta a los recién llegados.
2. Quien viera al central Dória en el Bernabéu, por ejemplo, debió ilusionarse con sus facultades, prometedoras para un chico de sólo 20 años. La velada, sin embargo, le caricaturizó, con un absurdo pase atrás que dejó vendido a Andrés Fernández. Aclaró el partido para la Real Sociedad con el 0-2 y sacó al brasileño totalmente del encuentro, pues fracasó en todas las disputas posteriores, rompió con frecuencia la línea del fuera de juego y dejó de hacer envíos precisos a distancia, una de sus aparentes señas de identidad.
3. Dória es mejor futbolista de lo que se pudo comprobar, pero el error fatal le sepultó bajo toneladas de tierra. No es el primer caso. El virus se extiende en cada encuentro por suelo granadino y afecta a demasiados. Empieza a parecer hasta sobrenatural algunos fallos impropios de la categoría. Redundantes.
4. La transmisión desde la grada ha sido a veces foco de críticas por su acidez, pero no se puede excusar cada mala propuesta del equipo en el comportamiento de un mero sector de los aficionados que, paciente o no, lo que desea es el triunfo de los suyos y un fútbol con el que identificarse. De hecho, cundió un sano ejemplo tras la innecesaria cesión al portero del bisoño zaguero: el público le trató de animar con aplausos comprensivos. Pero de nada sirvió. La escuadra jamás se conectó como debía al duelo y a partir de ahí, salvo en escasos retazos, fue asumiendo su falta de rumbo hasta caer en barrena plana.
5. Hay lagunas tácticas que Sandoval tendrá que trabajar en colectivo. Se presentan rendimientos individuales muy por debajo de la expectativa que levantan ciertos fichajes. Pero luego se suceden unos extraños accidentes que se ven poco en otros campos y que se reiteran en el foso del Zaidín, convertido en una sala de pánico. Algo se ha estigmatizado, pues pasan camadas de futbolistas y entrenadores con libretos diversos, pero las rachas negativas se instalan como una plaga.
6. La escuadra comete tropelías vulgares atrás y transforma muy poco de su recorrido con el balón en ocasiones reales. Oier, el portero cedido por el Granada a la Real, cuestionado en su día y por su propio entrenador actual, David Moyes, culpándole del gol de la derrota donostiarra en la anterior jornada, salvó su paso por la que fue su ciudad intacto, sin enfrentarse a tiros de importancia. Con este panorama en el bloque, blando como la gelatina y romo como la pala del pescado, el tratado de ideas que planea sobre el proyecto se ennegrece sin solución de continuidad.
7. Echar un vistazo a la trayectoria de algunos exrojiblancos agranda la sensación de que las rayas horizontales pesan como grilletes. Ahí está la 'leyenda' Ighalo, con cuatro goles en la Premier League. Nolito suma cinco en el Celta y en su día reiteró el deseo de quedarse. El italiano Floro Flores, de paso efímero y con su aureola de rompecorazones, lleva tres dianas en su país. Nyom en el Watford brilla, elegido en el once de la jornada del torneo británico. Brahimi contribuye al liderazgo del Oporto en Portugal, lo mismo que Murillo con el Inter de Milán. Elevan la nostalgia, certifican que el Granada es un club de paso de baluartes, pero también que su desarrollo en este lugar dista mucho del potencial de la mayoría de los que emigraron.
8. El diseño de la plantilla actual apunta a la valentía y la ambición, con elementos de perfil ofensivo, con ciertas promesas que han de reivindicarse con el tiempo. Pero al final el bloque acusa no gobernar el centro del campo cuando postula a un mediapunta como centrocampista postizo. La irregularidad de Javi Márquez y Rochina, quizás cansados tras el esfuerzo en la capital, corrompió cualquier dinámica positiva, agravada tras encajar el primer tanto. El Granada necesitaría clonar a Krhin, el único que mantiene la pose competitiva, camino de sobreponerse a la comparación ficticia con su predecesor Iturra, cuando es un futbolista con una paleta de recursos bastante más amplia. Con un físico espléndido, que le permitió resultados admirables en las pruebas de pretemporada nada más llegar, a poco que ha adquirido ritmo y galones se ha transformado en un cacique.
9. La cuestión es que carece de auxilios próximos. Sin apoyos cerca, con movimientos torpes de sus compañeros, los rojiblancos quedaron engullidos en el tapete donde se suele inclinar la balanza, en unas circunstancias que se pueden repetir ante cualquier rival que tenga el ojo suficiente como para generar superioridades numéricas en la parte media, bien por acumulación de pivotes o por ayuda de los hombres que se acuestan en la banda. Ni Success ni Edgar interpretaron sus funciones de refuerzo, ensimismados en sus cuentas personales en el uno contra uno. Un desaguisado que con un marcador en contra muy pronto, es todavía más difícil de rectificar. La tolerancia del árbitro ante las disputas más raciales benefició a una Real que asemejó estar más recuperada de lo ocurrido el fin de semana.
10. De este Granada se puede esperar todo ahora mismo. El resurgimiento o la debacle, porque todavía no se posa, ni sabemos si es dulce o salado. Sólo hay un dato elocuente. Su única victoria fue a domicilio, en Getafe. Su mejor encuentro, en el Bernabéu. O es una cuestión esotérica relacionada con la comunidad donde está la capital del país, o bien es que hay un yugo que se cae cuando se deja de contemplar Sierra Nevada. Hay conjuntos que sobreviven con lo que amasan de forasteros, pero parece complicado consumar un objetivo cualificado si no se derrota esa resistencia en el propio hogar. Es una cuestión de disparo. Que no vayan al propio pie, sino a la portería contraria, pero sobre todo que apunte a algún 'pajarillo' que recorre la mente de algunos integrantes del plantel. Es romántico agarrarse a un fútbol de ensueño, siempre que no se rían en tu puñetera cara. Dejas de ser un tortolito y te conviertes en un pringado.
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