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Fracasos
granada-espanyol | la contracrónica

Fracasos

La que será recordada como una de las más negras temporadas del Granada en Primera ha constatado una cadena de fracasos deportivos que van a culminar con el descenso de categoría

eduardo zurita | aficionado del granada cf

Viernes, 1 de mayo 2015, 10:02

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Se acabaron las cuentas y los cuentos. El Granada fracasó definitivamente en casa, con todo el apoyo de sus leales la mejor como siempre la afición-, ante un Español que lo visitó con escasas intenciones de enterrar deportivamente a los locales. Impotencia, vulgaridad, apatía, atisbos de milagro y un fatal desenlace con la consabida dosis de mala fortuna volvieron a hacer acto de presencia en Los Cármenes, donde se certificó que el actual plantel rojiblanco no merece permanecer en la élite futbolística.

La que será recordada como una de las más negras temporadas del Granada en Primera ha constatado una cadena de fracasos deportivos que van a culminar con el descenso de categoría, una vuelta a una Segunda División nacional que fue durante muchos años, nada menos que veintidós, el anhelo de la afición rojiblanca, sumida en los pozos de la Segunda B e incluso la Tercera durante un extenso e interminable periplo.

Se fracasó en el afán de aumentar la masa social de abonados en el verano. La cifra querida de los veinte mil se estancó en los catorce mil leales que confiaban que las agonías de las tres primeras campañas desde el retorno a Primera fueran cosa pasada y se produjese la consolidación definitiva del equipo en la élite.

Se erró grandemente en la confección de la plantilla en el mercado de verano. Vendida la perla de la plantilla de la última campaña, Brahimi, tras su buena actuación en el Mundial de Brasil, y dejado ir un cumplidor Bryan Angulo nunca estimado por buena parte de la hinchada; compárese con sus sustitutos en el presente ejercicio-, el presidente Pina resbaló prometiendo cuatro refuerzos de gran calidad que nunca llegaron. Quizá es cierto que se intentó traer a jugadores contrastados y brillantes, pero los planes alternativos tras las negativas de los futbolistas o las circunstancias que truncaron su contratación, han devenido en rotundos fracasos.

Piénsese que de la plantilla elaborada en verano, hombres como Ortuño, Yuste o Sissoko, empleados por el primer entrenador de esta temporada -el último de ellos un habitual de sus alineaciones-, fueron cedidos o simplemente desahuciados dando de baja su ficha al comienzo de la segunda vuelta. Súmense a ellos Noenkau, también dado de baja en el mercado invernal, y Martins, empleados testimonialmente en partidos coperos. El portugués ha repetido la senda de otro paisano que optaba a jugar en su mismo puesto, el lateral izquierdo, como fue Ribeiro en la temporada de vuelta a la División de Honor.

La apuesta por los saltos de calidad salió rana. Si ya Piti y Riki devinieron en fracaso la campaña pasada, confirmando en la presente el ocaso de sus carreras como jugadores de Primera, las incorporaciones de Rochina y Márquez, a petición del propio Caparrós, han resultado fiascos absolutos, especialmente en el caso del primero, un ejemplo de falta de implicación difícil de superar.

El cúmulo de errores deportivos se acentuó con la contratación del primer entrenador, Joaquín Caparrós. El utrerano sobrevive en el mercado de entrenadores por un currículo cuyos únicos grandes méritos se acumulan en un pasado ya lejano al frente del Sevilla. Sus últimas prestaciones en Primera sólo tienen el saldo positivo la permanencia del Levante. Al Mallorca, como este ejercicio al Granada, lo dejó no hace mucho para el arrastre y puesto en suerte para perder la categoría, logro que también debe anotar tras su paso por la ciudad de la Alhambra.

La historia se repite. Candi confió en el prestigio de Miguel Muñoz que devino en el anterior descenso habido a Segunda. Pina se ofuscó con la buena prensa que sostiene a Caparrós a nivel nacional, aunque sus deméritos cercanos sean cada vez más evidentes. Ni siquiera se formó un plantel de pretorianos como los que el sevillano tuvo con el Levante, y su paupérrima apuesta futbolística llevó al Granada a la última posición al final de la primera vuelta del campeonato, con catorce míseros puntos y un grupo de jugadores desnortados.

La fragilidad defensiva y la inoperancia creadora y atacante, trataron de paliarse en el mercado de invierno, apostando por muchas contrataciones y olvidando la calidad y eficacia que se debía exigir de las mismas. Es indudable que el esfuerzo económico se hizo, tanto con el despido de Caparrós, al que se mantuvo en exceso al frente de un barco que estaba hundiendo, como con las cuantiosas incorporaciones que se produjeron, aunque la mayoría de ellas se han demostrado inútiles para el reto que se pretendía.

De los nuevos sólo Rubén Pérez y en ciertos partidos Robert Ibáñez han dado muestras de que mereció la pena el esfuerzo. El resto, claramente prescindibles, y algunos de ellos, esperpénticos, caso de la figura de Colunga, inocuo en sus escasas participaciones y al que le cabe la honra del inicio del fin con aquella zancadilla en medio campo en Orriols que el impresentable trencilla que es Álvarez Izquierdo convirtió en expulsión torciendo un partido que se tenía en ventaja y acabó en derrota marcando definitivamente el rumbo final de la campaña.

También se cambió de director de banquillo. Abel Resino fue entrenador del Granada en sustitución de Fabri en la primera campaña de regreso a Primera. El equipo se salvó, pero estuvo al filo del descenso y sólo la carambola del famoso gol de Falcao al Villarreal evitó la debacle. Sucedió como en este año: al fútbol tosco de Fabri le sucedió un intento de juego trenzado con líneas adelantadas impuesto por Resino que llevó a una fulgurante victoria a domicilio ante el Betis y a unas primeras sensaciones de que se podía hacer mejor fútbol y obtener mejores resultados. Después ese fútbol fue desapareciendo, y sólo el oficio de Carlos Martins en los partidos de casa, y la baraka de Ighalo consiguiendo dos goles decisivos ante el Español permitieron alcanzar los puntos de la salvación. Y y el gol de Falcao.

Este año nadie ha habido en el centro del campo capaz de echarse al equipo acuestas como aquel año lo hizo el avezado portugués. Delante se ha tenido que recuperar al novel Success, ante la incompetencia de Córdoba, la apatía de El Arabi, y la inoperancia de Riki y Colunga. La suerte además abandonó sistemáticamente al equipo, posiblemente compensando las dosis de fortuna de pasadas campañas. Pero lo cierto es que la dirección desde el banquillo por parte de Abel ha concluido en otro fracaso. Su intento de mejora de juego duró un suspiro, jamás encontró un once que le rindiera con continuidad, la gestión psicológica del vestuario ha dejado mucho que desear, y tiene el honor de haber encajado una goleada humillante para la historia del club, la de la mañana del Domingo de Resurrección de 2015 en el Bernabéu, donde se recibieron nueve goles en contra.

Caparrós y Resino han puesto en su sitio en la historia del Granada a Alcaraz, que ha sido el único entrenador en el regreso a Primera que jamás ha tenido a su Granada en descenso, y que tiene el honor de haber tumbado en Los Cármenes a los dos monstruos de Primera: al Madrid en la campaña 2011-2012 y al Barça en la 2013-2014. Algunos debieran, debiéramos por la parte que pueda corresponder al que suscribe, reflexionar sobre las exigencias tenidas con el granadino y granadinista de Lucas. A otros se les ha pedido mucho menos, y sobre todo, se les ha zaherido en lo personal infinitamente menos.

Cesado ahora Resino, Pina vuelve a dar muestras de actuar tarde y a la desesperada. Como los ciclistas asfixiados, toda la temporada se ha intentado hacer la goma para alcanzar al grueso del pelotón. Pero la pájara parece insuperable, salvo milagro deportivo para enmarcar en la historia mundial del fútbol. Poco creíblea estas alturas, aunque puede que en la decisión tomada se esté ya mirando con resignación a la próxima campaña en Segunda empezando a organizarla.

Sólo cabe reflexionar para enderezar el futuro. Los actuales gestores del Granada han hecho viable al club evitando su desaparición, lo han ascendido de 2ª B a Primera de manera fulminante, lo han mantenido cuatro campañas en la élite, han recuperado el orgullo de ser granadinistas y llenado la ciudad de camisetas y banderas del equipo local. Con ello tienen derecho, más que otros muchos que ahora afilan sus lenguas viperinas para la crítica ácida e hiriente, a equivocarse. Y este año lo han hecho de pleno. Les toca devolver a los leales aficionados que han apoyado a su equipo hasta el último aliento, la confianza que los mismos les han demostrado a ellos, sea cual sea su número en la campaña venidera. Hacer autocrítica no sólo por lo acontecido esta campaña, sino por las carencias de un modelo que en lo futbolístico no ha conseguido una consolidación futbolística en Primera, a pesar del mérito de tres permanencias seguidas.

En cuanto al enfrentamiento de la noche del jueves final de abril ante el Español, lo dicho al principio de la actuación rojiblanca: impotencia cuando se tenía el balón; astracanada de un incompetente Insúa horroroso desde jornadas pretéritas, convertida su posición en una aduana franca-, precediendo el primer gol de Español, y mala fortuna para encajar el segundo en contra; atisbos de esperanza tras alcanzar inopinadamente el empate con un nuevo gol de un central, porque los delanteros son incapaces; bofetón de realidad al final del encuentro. Por medio sólo el buen hacer de Nyom, la honradez de Mainz y Cala, tan limitados ya físicamente para dar buenas prestaciones en Primera pero plenos de profesionalidad, y la implicación de Roberto en la portería y Success en su porfía por abrir huecos. La afición, encomiable. Los demás, el resto de jugadores que actuaron, el entrenador y los gestores responsables, puros fracasos futbolísticos.

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