Un millón de pases y tres goles
El Francotirador ·
El gol de Ojeda, que inició la jugada con un pase a Rodri y la culminó con su remate, resume el fútbol del mejor Granada: juego directo, coral y sin floriturasManuel Pedreira
Lunes, 4 de marzo 2019, 01:02
Dos jugadas. Una en pista delantera y otra en pista trasera. Las dos sirven para resumir el partido, como diría un comentarista bien pertrechado ... de trienios en Televisión Española. Empezamos por el gol de Dani Ojeda, el primero que firma el extremo canario, fichado en enero para remar hacia Primera y, de paso, intentar que Alejandro Pozo regrese de su letargo.
La jugada la inicia el propio Ojeda, que detecta el movimiento de desmarque de Rodri y le sirve una pelota de seda, con marchamo de gol. El delantero, más que aceptable partido el suyo, debía disparar. Estaba en una distancia apetecible, en su perfil bueno y con ángulo suficiente para intentarlo. Aprovechar ese pase figura en los genes de cualquier delantero digno de ese puesto y nadie le puede reprochar que lo hiciera. Está ahí para eso. Otra cosa es que la jugada termine en gol. Que entre Luis Suárez y el Pipa Higuaín caben mil delanteros, muchos internacionales.
Y Rodri, que hasta ahora se había manifestado como un delantero correoso pero peleado con el mundo, empezando por él mismo, dejó entrever en esa jugada que hay más Rodris dentro de su camiseta. Y el de ayer pensó y decidió bien. Disparó sin pensar. Duro, bien dirigido. Sucedió que el canario entraba como un turbión en el área y, sin quererlo, le devolvió el regalo. Mételo tú que a mí me da la risa, vino a decir el ariete soriano.
Ojeda, como decimos, no se había limitado a servirle la pelota a Rodri y a contemplar cómo terminaba el entuerto. No. Acompañó la jugada y esprintó hacia el punto de penalti para ver de cerca en qué acababa todo aquello. Y aquello terminó en un glorioso rebote a disparo de Rodri y en el segundo gol de los rojiblancos. El gol de la tranquilidad, como sentenciaría nuestro amigo el comentarista. Juego rápido, sin florituras, intenso y directo. Sin la retórica vacía de tantos equipos obsesionados con la posesión como, por ejemplo, el Rayo Majadahonda.
Los majariegos firmaron una esplendorosa derrota pero mantuvieron la pelota un 58% del tiempo. El Granada tuvo menos el balón. No hay que ser Einstein para hacer la cuenta: un triste 42% de posesión de balón que le valió para firmar una esplendorosa victoria y adueñarse de los tres puntos.
Ya se ha dicho en estas páginas que disponer de la pelota no garantiza resultados buenos, más bien lo contrario. Tampoco conviene despreciarla como un elemento sospechoso. En el punto medio está la virtud, sentenciaría nuestro locutor de cabecera. Pero hay equipos y entrenadores que han hecho del juego horizontal y el rondo su razón de ser, como si los títulos y los ascensos se lograran en función del porcentaje de posesión y no gracias a sucios procedimientos como, por ejemplo, el gol.
El Rayo Majadahonda es el tercer equipo de la categoría que más tiene la pelota. Convendría saber para qué. Entre otras cosas, para que solo el Tenerife y el colista Nástic hayan marcado menos goles.
Tanto en Los Cármenes como en su estadio –6-0 global para el Granada– se mostró como un conjunto blando, académico, de seminario, la puntita nada más. Un equipo inocente, con mucha pizarra detrás y más agujeros en el centro del campo que un queso gruyere.
Al Granada le sentó de maravilla el gol tempranero y pudo finiquitar el asunto en la primera parte. Vico, Ojeda y Vadillo se asomaron al área local con peligro, casi siempre después de pérdidas de los pulcros centrocampistas majariegos. Filigraneros como Fede Varela o Aitor Ruibal dejaron su sello en varias acciones, un sello inocuo para el juego y para la vida, salvo para los vídeos del 'Marca'.
Y la segunda jugada, que si han llegado aquí comprendo que les coman los nervios, tiene a Fede San Emeterio como protagonista. Un centrocampista sin tacha, el pulmón de este Granada –definitivamente, el comentarista me ha poseído– y que hará carrera en esto del fútbol pero que ayer se descolgó con dos despistes impensados. Me barrunto que estaban planeados. Fue algo así como «ha sido para ver si estabais atentos». Y vaya si lo estaban. El medio cántabro titubeó donde esta prohibido titubear y, en un parpadeo, apareció un enjambre de camisetas rojiblancas que parecía llevar allí desde el Corpus y desactivó el peligro. Tres puntos más.
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