Merecidísimo
La contracrónica ·
No hubo que esperar esta vez para el retorno a Primera a más de tres décadas, como sucediera con el quinto ascenso conseguido en tierras ilicitanasEDUARDO ZURITA
AFICIONADO DEL GRANADA CF
Miércoles, 5 de junio 2019, 10:52
Diego Martínez ya puede hacer cuentas. Y no hay cuento que valga. El Granada, su Granada, nuestro Granada, es ya de Primera matemáticamente. Ya ... se puede hablar de ascenso sin tapujos. Ahora sí toca. Empató el Granada en Mallorca, y con la victoria del Málaga en Albacete -¡cuánto granadinista jaleará en las próximas eliminatorias de ascenso al equipo vecino como propio, sintiendo cada vez más como hermano el club de Martiricos!-, se certificó lo que se ha venido labrando durante toda una temporada para el recuerdo, donde los momentos de felicidad dados por los pupilos del vigués han llenado de orgullo a una afición que ha recuperado la comunión con los suyos.
Cincuenta y un años más tarde, otra vez Palma de Mallorca fue testigo de un ascenso del Granada. En su sexta subida a la gloria balompédica, como ha sido tradición, el Granada consiguió el gran objetivo lejos de su estadio y de su casa, en esa especie de identidad de club sufridor que está en la naturaleza del equipo, que fracasa casi siempre en sus intentos de ascenso jugando como local. En aquella ocasión, el Granada cosechó una derrota por la mínima, aunque la caída de su directo rival, entonces el Calvo Sotelo, le aupó a Primera. En esta ocasión, un gol del gran San Emeterio, identificado por Diego como la argamasa del equipo rojiblanco, impidió a los mallorquines volver a vencer, y sumó un nuevo punto a un casillero excepcional que suma ya 76, con cinco de ventaja sobre Málaga y Albacete, que quedan con 71 a falta de un partido. Nadie mejor que el centrocampista del Granada para representar las virtudes de esfuerzo, solidaridad, confianza y fe ciega en su entrenador para poner colofón a la trayectoria seguida en el campeonato. Identifica lo buscado durante toda la campaña desde el banquillo: equilibrio y competitividad. Si retorna al equipo que lo ostenta en propiedad, el Real Valladolid, será dejando un recuerdo imborrable en la memoria de los aficionados rojiblancos.
Fue el de Son Moix un partido gris del Granada, al que le ha pesado la responsabilidad en sus dos últimos envites, aun así, saldados sin derrotas ante dos rivales difíciles como Cádiz y Mallorca. El final de liga está dejando sensaciones de equipos agarrotados, con las energías ya escasas, con las fuerzas al límite. El máximo perseguidor del Granada, el Albacete, ha saldado con sendas derrotas sus dos últimos encuentros como local, cuando hasta la llegada del Granada no había perdido en casa. El Cádiz sucumbió en su feudo ante el Extremadura, que era a priori el equipo más afectado psicológicamente por el accidente mortal de Reyes, aunque ya no se jugaba nada. Pocos están para grandes dispendios, sólo el Málaga ha destapado el tarro de las esencias en el tramo final, recuperando la capacidad propositiva y goleadora con su nuevo entrenador, Víctor del Amo, pero sufriendo también para solventar algunas de sus disputas.
Para el Granada, el tener que resolver en la última jornada el ascenso, aunque fuese ante un Alcorcón que nada se juega y cuya trayectoria en la segunda vuelta ha sido progresivamente decadente, suponía nuevamente exponerse al riesgo del exceso de responsabilidad al tener un ascenso en la mano y poder perderlo en el último instante. Ha sido inteligente el discurso de Diego Martínez, cuidando de no dar por sentado lo que parecía hecho tras la victoria en Albacete. De todos modos, la acumulación de partidos y la situación de ansiedad ante la proximidad de culminación del éxito se han notado en los dos últimos envites, donde el equipo ha estado por debajo de sus potencialidades mostradas a lo largo de todo el curso, aunque siendo siempre una escuadra difícil de doblegar, capaz de reponerse de un gol en contra -en casi la única jugada trenzada y profunda que se consintió que el Mallorca llegara a la línea de fondo-, y reaccionando desde el banquillo para buscar la lucidez y rapidez de los hombre de refresco que ingresaron en la segunda parte, Ramos, Pozo y Ojeda. De una falta cometida sobre Pozo surgiría el perfecto envío de Vadillo y el certero remate de San Emeterio para igualar la contienda, que nunca se dio por perdida aunque las noticias desde Albacete eran tranquilizadoras para los intereses granadinistas desde el primer periodo.
Es cierto que la victoria malaguista en el Carlos Belmonte supuso el ascenso matemático del Granada, pero sería injusto que el mérito de dicha consecución se cifrase en dicha circunstancia y no recordase los setenta y seis puntos conseguidos en las cuarenta y un jornadas disputadas, la ventaja de cinco puntos obtenida con el perseguidor más inmediato -que es ahora precisamente el Málaga-, la cifra bajísima de goles encajados por Rui Silva -27 en 41 partidos-, el diferencial de 23 goles a favor en el cómputo total de la temporada, los dieciocho partidos con la portería a cero, las victorias sobre rivales directos en sus feudos - caso de Málaga y Albacete, tercero y cuartos en la clasificación-, los buenos resultados conseguidos ante el resto de los que luchan por entrar en la liguilla -a excepción del Dépor, que junto al Sporting son los dos únicos equipos por ahora que han evitado que el Granada puntúe en sus dos enfrentamientos-, la regularidad mostrada durante todo el año con sólo siete derrotas -las mismas que el líder destacado Osasuna-, y la capacidad para reaccionar con y entereza tras cada una de ellas.
En una competición en la que prima la regularidad, Osasuna -con una segunda vuelta estratosférica- y Granada han sido los más fiables, de ahí que el ascenso directo conseguido por ambos sea muy merecido, con el equipo navarro campeón incuestionable merced a una recta final de campeonato para enmarcar, y el Granada demostrando una fiabilidad incuestionable en ambas vueltas.
No hubo que esperar esta vez para el retorno a Primera a más de tres décadas, como sucediera con el quinto ascenso conseguido en tierras ilicitanas. Tras una campaña encomiable en el trabajo, el esfuerzo, la convicción en las propias posibilidades, con numerosas tardes de buen juego y más aún de sacrifico, el Granada vuelve a Primera de un modo diferente al conseguido en el recordado año de Fabri. Diego ha emulado más con su equipo a aquella escuadra de la temporada de finales de los sesenta de la centuria pasada donde la nave rojiblanca fue comandada en su regreso a Primera por Joseito. El zamorano hablaba entonces de la semejanza de la competición con una escalera, en la que había que ir subiendo peldaños en cada partido; el gallego ha preferido hablar del pasito a pasito, o de una carrera de maratón, en la que cada jornada era un kilómetro de los cuarenta y dos totales, donde la dosificación, la estrategia y la solidaridad del equipo deben aunarse para alcanzar la meta. Con Joseito comenzó la época más prolongada y gloriosa del Granada en Primera. Esperemos que la continuidad de Diego Martínez sea la primera gran noticia para la próxima temporada, y que el modelo creado durante la presente, con sus necesarios retoques de refuerzos de calidad, permita que el Granada tenga un paso muy prolongado por la élite futbolística con campañas tan ilusionantes como la que está a punto de concluir.
Felicidades y enhorabuena a todos los rojiblancos horizontales: propietario, dirección deportiva y de gestión, empleados del club, jugadores, cuerpo técnico, auxiliares, ayudantes, prensa deportiva y aficionados. El ascenso ha sido merecidísimo y justo premio al trabajo bien hecho y la fe y empeño demostrado a lo largo de toda la campaña.
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