El mal del gol del Granada de Medina
En los ocho partidos con el uruguayo al mando, el Granada solo ha marcado tres goles: dos fueron contra el Cádiz –que terminó con diez jugadores– y uno en propia puerta del Athletic
Los remedios de Alexander Medina no está surtiendo efecto en el Granada, bajo el mal del gol durante su etapa. Los ocho partidos con el ... uruguayo al mando acusan una tendencia regresiva ante las porterías contrarias. Solo ha marcado tres goles: dos se concentran en el mismo partido, el único en el que los suyos ganaron, a un raquítico Cádiz –con el segundo tanto, de Bryan Zaragoza, ya con los amarillos en inferioridad numérica– y el otro sirvió para empatar con el Athletic Club, un gol en propia puerta de Ruiz de Galarreta en la extensión del lunes, en aquel encuentro que se disputó en dos días por el fallecimiento de un aficionado nazarí.
El Granada se ha marchitado en ataque, es evidente. Medina no ha logrado que encajen sus piezas ofensivas. Ha manejado un trío de fijos formado por Bryan, Uzuni y Boyé, aunque el argentino se perdió el choque del lunes en el Coliseum. Ha alterado sus distribuciones, con el malagueño enfilando por los dos costados, el albanés a veces en banda, otras de segundo punta e incluso de ariete, alternando con Boyé, pero nada terminó de funcionar bien. El pichichi de Segunda división añade a los despropósitos el fallo del penalti en Getafe.
Tampoco han aparecido revulsivos. Todos los indicios de mejoría de Matías Arezo en las tres últimas jornadas se diluyeron en su primera titularidad tras su regreso, controlado por los rivales, tirando desmarques que anuló la línea adelantada de los azulones, torpe donde se supone que es determinante, el área. Se le hizo larga la velada y no encontró abastecimiento alguno por parte de sus compañeros.
José Callejón y Antonio Puertas también se han asomado en alguna alineación y sobre todo en las segunda partes, pero ambos están a años luz de sus mejores versiones. Con ese panorama, el conjunto se sume en una depresión profunda, que se agrava por la lamentable primera parte firmada en tierras madrileñas. El sistema defensivo se desmoronó, con pocas ayudas a unos laterales superados y unos mediocentros transparentes, salvedad de Sergio Ruiz, que al menos mantuvo el decoro. Lo de Batalla, mezcla de accidente y exceso de confianza.
Al gol se puede llegar por distintos caminos. Uno, el más evidente, la inspiración y la calidad. El otro, la pura insistencia mediante pases decisivos y lanzamientos. El Granada trató de abonarse a esto en la segunda parte, pero su pólvora siguió mojada y arroja un mensaje preocupante, que no es fácil de remediar en lo que queda de mercado.
Lo paradójico es que hay tantos clubes en crisis en la parte baja de la clasificación que no se ve una distancia inasumible entre el penúltimo puesto del Granada y la zona de salvación, pero las señales de decadencia disipan el optimismo. La posible marcha de Bryan, aun con la llegada de Pellistri, asoma como otro golpe moral. Ganar a Las Palmas sería una bocanada de oxígeno, pero como la cuerda se estire más, la deriva puede ser terrible. Medina tiene que intervenir en el acto. Que la autocrítica tras el tropezón en Getafe cunda.
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