Lucas Boyé sigue en busca de su hábitat
El argentino partía como un jugador predilecto para Fran Escribá, pero fue suplente en Zaragoza y necesita aumentar su rendimiento por el bien general
Lucas Boyé sigue en busca de su hábitat en el campo. El delantero argentino partía como un predilecto para Fran Escribá, con el que coincidió ... en el Elche y del que el técnico resaltó que supo sacarle su mejor rendimiento. Comenzó como titularísimo, pero no entró en sus planes iniciales en Zaragoza, última cita del equipo, aunque saliera antes del descanso forzosamente por la lesión de Sergio Ruiz. Tuvo una pérdida clamorosa tras la pausa que dio pie al ataque del segundo gol de los maños, en uno de esos enredos entre líneas en los que últimamente se ofusca, a veces por un control defectuoso u otras por entretenerse demasiado con el balón y no soltarlo a un compañero próximo. También, en su descargo, acarició el empate con un potente cabezazo que no orientó a la red con 2-1. Un bagaje en cualquier caso pobre para un atacante llamado a marcar diferencias por su trayectoria en Primera división, sobre todo en su club previo.
Boyé es un futbolista apreciado y respetado en el vestuario. No es casualidad que luzca desde este verano el brazalete de capitán. Tiene mucho ascendiente sobre el grueso de jugadores nacionales sobre todo y mentalidad de currante. Es de los primeros en salir en cada entrenamiento, siempre con buena actitud, a pesar de que este año tuvo un parón por una lesión en el costado que le afectó a su fútbol muy físico. En el césped, se suele dejar la piel, pero esto no significa que su aportación sea siempre la óptima.
En el área ha pecado de exceso de generosidad en ocasiones. En otras, de remates algo defectuosos. Por su fortaleza, maneja bien el juego aéreo, sobre todo dando continuidad, y se le solían dar bien los desmarques de aproximación. Sobre el papel, algo muy complementario con Uzuni, que ataca más el espacio libre. Pero en la práctica están mostrando cierta incompatibilidad que tienen que remediar. Si los dos se desconectan y encima se carga poco el área, quedan como dos boyas aisladas.
Boyé forma parte del 'póker' de futbolistas que muchos pensaban que saldrían del Granada el pasado verano por traspaso, junto a Gonzalo Villar, Sergio Ruiz y Uzuni. Todos se quedaron al final, en un esfuerzo económico de la entidad para su retención que influyó en que el club excediera su límite salarial, aunque pudiera inscribir a todos sus jugadores. De los cuatro, Boyé fue de los que tuvo tentativas más rotundas, con el Rayo Vallecano al acecho, aunque sin llegar a la expectativa rojiblanca para abrirse a la venta.
En el fondo, para la dirección deportiva era interesante mantener a este cuarteto con el que contribuir al nivel de la plantilla con miras al ascenso. Villar está contando con la confianza de Escribá y dejando buenas sensaciones, ahora tocado. Sergio Ruiz no está terminando de funcionar como el curso pasado, convaleciente en la actualidad. Uzuni puede desenchufarse de los pases, pero siempre garantiza goles. El problema con Boyé es de otra índole. Se asumía que, al máximo de forma, sería indiscutible, tanto por capacidad goleadora como en las labores de enganche. Sin embargo, al argentino se le está viendo más obtuso que nunca y su estadística realizadora está maquillada por el doblete ante un debilitado Tenerife, en el tramo final de aquel encuentro plácido en Los Cármenes.
Ahora queda por ver si recupera el sitio frente al Eldense. Condiciones no le faltan, quizás sí cierta tranquilidad en lo que hace. Lo bueno es que el Granada ha encontrado el camino del gol en cada partido. Boyé ha de intentar que, si no es el eslabón final de la cadena, al menos sí convertirse en un facilitador para el resto. Encontrar su sitio y la complicidad.
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