El pasado viernes, en el partido en Elda venció el presupuesto, que para eso está por otra parte. El Granada golpeó mejor, pero anduvo demasiado ... tiempo sorprendido por el ímpetu y el fútbol desplegado por el Eldense, sobre todo en el primer tiempo. Esta Segunda división se ha convertido en un campo de batalla futbolístico en el que nadie se rinde. Donde todos los equipos pretenden alzar su bandera en lo más alto, como escenifica Eastwood en su película, 'Banderas de nuestros padres'. Una competición intensa donde no se permite la relajación, la apatía y la distracción, sino todos los antónimos existentes.
Stoichkov, en Elda, reprodujo a la perfección el magnífico gol que Hongla marcó al Sporting de Gijón. Fue una copia exacta. En belleza y en oportunidad, porque ambos tantos terminaron con el aura de vulnerabilidad que envuelve al Granada en distintas fases y que aún no ha podido disipar.
Escribá lo intenta. Es más, lo proclama. Y para ello suele agitar el vestuario en pos de conseguir la firmeza y estabilidad que demuestran los equipos que preceden al suyo. Sin embargo, frente al Eldense mantuvo con buen criterio la línea de cuatro atrás y el mismo once que venció en Los Cármenes, con la excepción de Insua, por precaución, y Weissman, por decisión técnica.
Existen demasiados entrenadores en el fútbol español que a menudo tienden a cambiar sistemas y a involucrar a toda su plantilla mediante la fórmula de dar minutos a todos los jugadores. Un método razonable que, si no se aplica con precisión, puede resultar contrario a lo pretendido, al dar entrada en según qué partidos a futbolistas que no aportan lo que equipo y partido demandan en ese momento.
Entrenadores que debieran evitar de paso que la simpatía, veteranía o los brazaletes influyentes amenacen desde la suplencia a los que están rindiendo adecuadamente sobre el terreno de juego.
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