La Historia recobra su estatus
El Granada encaja la derrota más sabrosa de la temporada, que le alcanza para ascender a Segunda 22 años después (1-0; global: 1-2)
Rafael Lamelas
ALCORCÓN (enviado especial)
Sábado, 23 de mayo 2020, 03:01
Crónica publicada en IDEAL el 24 de mayo de 2010.
La Liga de Fútbol Profesional da la bienvenida a un club histórico que recobra ... su viejo estatus tras 22 años de deriva que casi le cuestan la existencia. Un largo periplo sufridor que se resumió en 96 minutos de pura agonía para el Granada, más fiel que nunca a su genética de la aflicción, que ha visto definitivamente cambiado su destino horrendo. Hace bien poco, un partido como el de ayer hubiera acabado con la más agria decepción, ante la desbordada avalancha ofensiva del Alcorcón, pero los dioses del fútbol han decidido sacar del purgatorio al club rojiblanco. Le tocaba subir y punto. El corazón de una entidad octogenaria late con juvenil intensidad e ilusión renovada por volver a hollar la Segunda división casi un cuarto de siglo después.
Fabri, un entrenador encumbrado en los anales, ha cumplido la exigente misión de alcanzar la Liga Adelante, coincidiendo con el primer salto de categoría en su estruendosa carrera, cargada de experiencias sobradas de ácido. Partió de la incomprensión de la grada hacia sus planteamientos pragmáticos, pero con el creciente éxito y la consecución de la ansiada gesta ha acabado metiéndose a todos en el bolsillo.
Alcorcón
Juanma; Nagore (Alberdi, m. 91), Íñigo López, (Diego Cascón, m. 73), Borja Gómez, Bermúdez; Rubén Sanz, Sergio Mora, Fernando Béjar, Ernesto (Vera, m. 63); Borja y David Sanz.
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Granada
José Juan; Nyom, Mainz, Amaya, Rubén; Cámara (Lucena, m. 82), Kitoko, Collantes, Benítez, Ighalo (Martín Ortega, m. 79) y Tariq (Jonathan Granada, m. 90).
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Gol: 1-0, m. 41: Íñigo López.
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Árbitro: Ocón Árraiz (riojano). Expulsó a Roberto Cuerva, que ejercía de primer entrenador del Granada. Amarillas para Bermúdez, Borja, Nagore y Juan Antonio Anquela (técnico del Alcorcón); y a José Juan, Benítez, Amaya, Kitoko y Tariq.
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INCIDENCIAS: Partido de vuelta de la fase de ascenso entre campeones de Segunda B. Sube el Granada por el resultado global (1-2).
A lo Mourinho
El gallego ha actuado al estilo Mourinho, tan de moda ahora. Un rápido análisis de su plantilla le llevó a diagnosticar pronto la propuesta a explotar. Alejado de lo barroco, sin tiempo para muchos ensayos, trabajó bajo el orden sistemático y la apuesta adecuada por el contraataque. Su fútbol cuaja sin demasiados toques, pero muchos picotazos. Heredó un equipo con serios altibajos y lo ha convertido en un púgil encajador, capaz de soportar los puñetazos hasta que suena la campana. Ayer gozó de la suerte de las grandes ocasiones. Un factor intangible pero clave en todo juego.
El Granada optimizó al máximo grado el fenomenal resultado amasado en el partido de ida en Los Cármenes. Allí decantó la decisiva eliminatoria para el cambio de categoría. El 2-0 se convertía en un aval para un equipo doctorado en el esfuerzo defensivo y en las cornadas justas para triunfar, pero que se redujo a un tembloroso flan nada más arrancar el choque. La previsible tribulación que le aguardaba tras el pitido inicial ante un esperado y fulgurante arranque local no tardó ni 20 segundos. El tormento resultó profundo pues se adhirió al mayor exponente de la fiabilidad.
Puso el balón en juego el Granada y lo retrasó hasta la posición de Mainz, el mejor zaguero de la temporada. Pero el madrileño se escurrió con torpeza tratando de sacar el balón con un regate accesorio y dejó el esférico a los pies de David Sanz, un pívot de dos metros cuyos pies son, para su desgracia, de gachas. Falló un disparo con todo de cara pero forzó un córner. En el saque, Ernesto mandó un impacto al poste. Todo sin cumplir un minuto. Un presagio terrible para los ayer vestidos de negro.
El Alcorcón estaba venado, con un planteamiento sencillo pero demoledor. Balones largos a la mollera del gigante Sanz, que cedía el cuero para que cualquiera de sus compañeros forzara el peligro. Pero en plena descarga se interpuso el Granada con un lance brillante pero mal finiquitado. Ighalo filtró un pase al hueco para el desborde de Collantes, pero el extremo marró al tirar al lateral de la red.
Fue el único testimonio ofensivo de los visitantes en el primer acto. No volvieron a intimidar al meta Juanma. El Alcorcón movía su batuta con presteza, ya fuera con lanzamientos directos o elaborando gracias a sus versátiles centrocampistas. El Granada achicaba en cada parcela, sumido en un paulatino estado de nervios. José Juan atendía a los obuses como podía. Alejó un libre directo de Ernesto y padecía sobresaltos en cada centro bombeado. El descanso se aproximaba y el gallego parecía haber sobrevivido al más terrible temporal. Pero Íñigo López enalteció a su hinchada con un remate a gol tras un saque de esquina.
El tanto hundió más al Granada en su trance catatónico. Su memoria histórica repescaba experiencias terribles cuando todo se le asomaba a priori sencillo. Pero esta vez no. El destino había virado hacia cotas embriagadoras. El miedo se quedó en la caseta durante la segunda parte, aunque el Alcorcón prorrumpió con fiereza gracias a Borja. Pero sus lanzamientos encontraron a un soberbio José Juan, discutido en la temporada pero determinante en el tramo final y en las eliminatorias.
El flujo atacante local se iba cortando ante un Granada que recobraba la compostura. Llegó el momento de manejar el otro fútbol y controlar el paso del reloj. Fingió lesiones, retrasó saques y sacó de quicio a rival amarillo, que no veía ya la manera de derrocar al equipo en su modo más cicatero. El Alcorcón se desquició y entonces el Granada pudo rascar algo. Collantes y Benítez rondaron la puntilla al pase, pero su horizonte estaba desenfocado. La prolongación de seis minutos caldeaba el encuentro pero los de Fabri supieron ralentizar los acontecimientos hasta la explosión de alegría final.
La felicidad apoteósica conquista las almas granadinas. Quien más, quien menos, se habrá sensibilizado ante la proeza del retorno al fútbol digno. Hoy pueden gritar orgullosos que son rojiblancos, pero no siempre ese espíritu se extendió tanto. Hubo un año que apenas se certificaron 1.500 fieles, supervivientes al escarnio brutal que sufrió la entidad por sus problemas económicos. Aquella vez ni siquiera se jugó la fase de ascenso... a Segunda B. Dirigía el vestuario un tándem de incondicionales, Maquiles y Gerardo Castillo, que vieron pasar cuatro presidentes. Fueron destituidos, restablecidos luego y finalmente escaldados por la tristeza. Los Cármenes era un mar de asientos vacíos. El Granada visitaba terruños y sufría ventiscas en soledad. Los periodistas que cubríamos aquello aguantábamos cachondeos de otros compañeros. Costaba enorgullecerse de aquella labor ingrata.
El tejado de Loja
Yo puedo decir que estuve en el Santo Domingo de Alcorcón, pero hace un tiempo visité el San Francisco. Aquel desaparecido campo de tierra, donde el Loja se hacía fuerte. Allí los de la prensa veíamos el partido sobre un tejado situado en una esquina del campo, al que accedíamos por una escalera de madera que crujía al subir. Parece una eternidad de aquello, pero no. La experiencia sigue latente. También está en la mente de otros. Hoy muchos anhelarán que se consuma el verano para viajar a Las Palmas o a Vigo, pero yo tendré presente aquel tejado de Loja. Una situación ejemplar de lo que fue el Granada. Algo hacia lo que no conviene volver nunca, pero que es preciso rememorar para que se eviten los errores que condujeron a aquel subterráneo y, sobre todo, para homenajear a aquellos entusiastas formidables que en las malas estuvieron allí y que hoy, como los demás, lloran sin parar.
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