El partido que no fue
LA CONTRACRÓNICA ·
El Granada y la Real Sociedad se reencontraron cuatro meses después de que LaLiga considerase que los rojiblancos tenían un brote y le amputase su plantilla y el espectáculo no pudo ser más deprimente pese a la expectativaCuando en noviembre LaLiga consideró que el Granada tenía un brote y le amputó a gran parte de su plantilla mientras le obligaba a jugar ... en San Sebastián, hubo quienes argumentaron que perdía el fútbol. Que el campeonato no podía permitirse renunciar a un duelo entre dos de los equipos más en forma del momento, Granada y Real Sociedad, dos conjuntos que da gusto verlos, tan modestos y armoniosos en plena decadencia de Real Madrid y Barcelona. Pero aquel partido nunca fue, descabezados y cargados de chavales los rojiblancos. Se reencontraron cuatro meses después, y aunque Diego Martínez tampoco estuvo esta vez, el espectáculo no pudo ser más deprimente. Un aburrimiento de dimensiones tan gigantescas como las de la valía de los tres puntos para el Granada, que se cobró la venganza bien fría pese al solazo que hubo en Los Cármenes.
Lo único que se hizo corto del partido fue el descanso, ese momento de esperanza en el que uno sueña con una segunda mitad en la que ocurra todo lo que no sucedió durante la primera. Por cómo se expresaron después del encuentro tanto Diego Martínez como Imanol Alguacil, los dos sabían a lo que iban, lo que se iban a encontrar, lo que contrastaba muchísimo con las expectativas de la primera vuelta. El 'txuri urdin' debió resignarse en cuanto vio quedarse paralizado a David Silva por un rodillazo de Eteki, que en un minuto tumbó al canario y a Illarramendi. Se marchó silencioso el campeón del mundo, desprovisto de los honores que su carrera le merece, y el partido perdió toda la magia posible. Más que nada, porque al Granada le interesaba que pasasen pocas cosas o que no pasase nada.
Lo vino a reconocer Diego Martínez en rueda de prensa, aunque con otras palabras. Que no había otro camino, vaya; que a la Real Sociedad, con el equipo en precario, no se le podía dejar jugar. No hizo nada el Granada que fuese ilegal ni amoral siquiera, simplemente se dedicó a defenderse como gato panza arriba y sobre todo después de marcar un gol de rebote absolutamente coherente con el partido que se estaba viendo. Apenas consiguieron los rojiblancos hilvanar dos o tres jugadas con sentido en campo rival. Los de negro la movían con paciencia en corto y en largo esperando el momento mientras ellos empujaban, tratando de instalarse en campo contrario con más corazón y coraje que cabeza o ideas.
Fue paradigmático que el Granada terminase con sus tres 'tenores' sobre el terreno de juego –Maxime Gonalons, Yangel Herrera y Ángel Montoro– y ni por esas fuese capaz de conservar una posesión sostenida, irreconocibles. El galo entró en la segunda mitad y al minuto ya parecía que se había roto; pocos segundos después de que ingresara el valenciano, forzado por las molestias de Eteki y junto a Jorge Molina para agotar los cinco cambios con la tercera ventana disponible, fue Kenedy quien se llevó la mano a la ingle tras un esfuerzo, ya sin sustituciones posibles. Son dos situaciones que exponen las circunstancias bajo las que el Granada se impuso a la Real Sociedad en Los Cármenes. Se atrincheró y no concedió disparos a puerta. No hubo espectáculo, pero hay triunfos que bien valen una tarde plomiza.
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