De Stravinsky a Mozart

Pero en el Festival está muy presente también Wolfgang Amadeus Mozart –alegre, dinámico y armonioso–, que junto al maestro alemán resulta imprescindible en los circuitos clásicos, merced a la calidad de sus obras y la capacidad de seguir emocionando siglos después. Sucede también en el toreo. Incluso en el fútbol, donde la excelencia en el juego está igualmente presente.

Debido a su aspereza y obstinación, lo rompedor en música clásica deja pronto de emocionar, aunque las partituras contemporáneas permanezcan destacadas en los elencos de géneros y estilos. Schönberg rompió las inquebrantables reglas de la tonalidad con acordes disonantes y sin retorno, y Stravinsky las consolidó en su música de huida hacia delante.

En los últimos meses el juego del Granada CF ha ido deviniendo de lo armonioso a lo rocoso, o metafóricamente de Mozart a Stravinsky, por distintas circunstancias o innovaciones tácticas. Por momentos, su fútbol ha parecido estar más influenciado por la filosofía contemporánea que por las excelsas partituras mozartianas, que interpretó en Segunda y en los primeros partidos en la élite.

Los resultados han sido encomiables en cualquier caso, pero lo cierto es que, en el tiempo, los maestros que permanecen en los circuitos de música clásica son Beethoven y Mozart, y no Schönberg y Stravinsky.

Pero sucedió que el lunes frente al Real Madrid retornó Montoro, el violinista en el campo, y en el Nuevo Los Cármenes volvió a sonar la música de cuerda frotada. Música celestial. Y el Granada CF ya fue otro. El que nos deleitó al principio. Y se invirtieron los términos. Y de Stravinsky se volvió a Mozart.