Duelo en el O. K. Corral
Bajo control ·
El del domingo pareció más un duelo del lejano Oeste que un partido de fútbol; afortunadamente en Getafe no corrieron el whisky ni la pólvoraJUAN TORRES COLOMERA
Granada
Miércoles, 28 de octubre 2020, 00:53
El Granada ha realizado una gira apoteósica que ha elevado aún más su prestigio y respeto. Diego Martínez es hijo de Nervión, el barrio sevillano, ... y sabía mejor que nadie que su mejor aval para entrenar algún día al Sevilla que lo acogió era derrotarle en buena lid. Y así comenzó su semana triunfal. Con una victoria respetuosa sobre su progenitor futbolístico, que realzó y fortaleció la moral de sus jugadores antes de viajar a los Países Bajos, donde también vencieron al PSV Eindhoven. Fue este un triunfo diplomático. Un encuentro jugado con pajarita entre dos equipos amantes del balón, que exhibieron buenas maneras en su comportamiento.
Quedaba pues lo más complicado de la turné: visitar un estadio que, al igual que Las Ventas, es de puerta grande o enfermería. Diego Martínez lo sabía. Lo dijo en el prepartido: «El Getafe te obliga a adaptarte». Por ello a pocos extrañó que saliesen de inicio Eteki, Kenedy y Suárez. Ese partido necesitaba primos de Zumosol, pues en el Coliseo getafense no existe la diplomacia. Es como el Campo de Marte de la Antigua Roma, donde se hacía ejercicio físico al tiempo que se efectuaban prácticas militares. Allí se juega al límite, se aturde al árbitro y se desquicia al rival con acciones coordinadas que todos realizan a la perfección de manera coral.
Pero el domingo sus jugadores se encontraron con sus alter ego. Un espejo en el que se vieron reflejados ellos mismos, solo que vestidos a rayas rojiblancas horizontales. Hay que reconocer que Bordalás ha creado un excelente equipo de autor que podría alcanzar mayor esplendor aún si se olvidara de exprimir el reglamento. Porque el del domingo pareció más un duelo del lejano Oeste que un partido de fútbol. Como el famoso del O. K. Corral en Tombstone, Arizona. Afortunadamente en Getafe no corrieron el whisky ni la pólvora. Sólo lo hizo el balón. Y mañana el Paok griego, que no es precisamente un yogur.
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