Carlos & Herrera: el culebrón del verano

Es cierto que ambos tienen nombre y hechuras de galanes de Cristal o de Pasión de Gavilanes: especialmente Yangel Clemente Herrera Ravelo; que le pones un gorrito vaquero y es uno de los hermanos Reyes. Ya digo que si lo de estos chicos fuese un guion de telenovela colombiana, en ambos casos el Granada jugaría el papel de la amante y Sevilla y City, respectivamente, el de la esposa.

La alianza que liga al Panzer de La Guaira –Aguirre Fernández dixit– en su matrimonio es más débil que la del Guzmán de Alfarache, ya que al primero no le quieren de vuelta en casa –solamente para utilizarlo como moneda de cambio con una tercera en liza: Valencia–, mientras que al segundo, lo esperan con más pasión que al Gran Poder en la madrugá. Y aunque por ello, el final de la sierpe sevillana parece más previsible y menos feliz; nunca hay que bajar la guardia, porque si algo caracteriza a las culebras son sus serpenteos –valga la redundancia– y sus movimientos imprevisibles. Los giros de guion.

Y hay un factor determinante, con el que las más de las veces no se cuenta, que es la palabra del sujeto deseado: por mucho contrato matrimonial que les ate a sus respectivas, este puede convertirse en papel mojado si dicen 'esta boca es mía'. Parafraseando las Habaneras de Cádiz de Carlos Cano y Antonio Burgos, podemos decir que el Granada tiene «un amor en La Guaira y el otro, en Andalucía».

En próximos capítulos… [Y aquí entra música de fado].