Luis Suárez se saca otra espina
LA CONTRACRÓNICA ·
El joven delantero, fichaje más caro en la historia del club, juega como si debiese un gol por cada euro que costaron la mitad de sus derechos;grita los que hace aullando al cielo como un lobo a la Luna, todavía hambrientoDespués de todo lo que pasó en torno a 'lo de Chipre', sólo Luis Suárez guardará el día de mañana un recuerdo positivo del ... Omonia. Si acaso, también Soro. Dos veces aulló el colombiano contra los de Nicosia, primero en el GSP Stadium y anoche en Los Cármenes. Dos goles que fueron como sacarse dos espinas del alma. El joven delantero, fichaje más caro en la historia del club, juega como si tuviese aproximadamente seis millones de espinas clavadas, una por cada euro que costaron la mitad de sus derechos. Le grita al cielo como un lobo a la Luna, todavía hambriento, bajo la pretensión de convertirse en uno de los mejores atacantes del mundo que aún le retrotrae a los sueños de infancia. Solo que ahora se siente poderoso y tiene al mejor equipo posible detrás.
Diego Martínez ha encontrado acomodo a la naturaleza salvaje de Luis Suárez en el costado izquierdo, donde ya le probara en Getafe primero y también el pasado domingo frente al Valladolid. Sus características, tan diferentes de las de Soldado o Jorge Molina, le hacen complementario; él no es una boya sino todo lo contrario, un caballo desbocado que necesita metros y metros para corretear. Es ahí donde se siente cómodo, con campo a la espalda, cuando nadie puede atraparle. Unas condiciones que su entrenador aprovechó contra el Omonia para darle descanso a Darwin Machís, acaso como el perfil que más se le asemeja. Latinos que se buscaron pronto la vida en Europa y que no esperan a nadie cuando rompen con potencia y cargan la diestra.
Siete minutos tardó en marcar anoche. Su gol fue la redención de Luis Milla, que compensó la pérdida frente a Jota contra el Valladolid con una recuperación en la salida del Omonia que Soro sirvió a Suárez, viejos socios en el Zaragoza. Plantado ante una defensa que reculaba, el colombiano amagó burlón, como quien afila los cuchillos antes de trinchar el pavo, para ponerla imposible bajo la escuadra. Ya respiró de otra manera el resto del partido.
A Suárez le tocó convivir contra el Omonia con Roberto Soldado, otro eterno insatisfecho. El valenciano ha hecho la carrera que quizás el colombiano sueñe, y ahora ofrece lo mejor que le queda –que no es poco– en un equipo más modesto pero no por eso más pequeño, con pupilos como el '7'. Soldado jugó contra la Real Sociedad rodeado de niños y con la capacidad pulmonar aún mermada tras tumbar al coronavirus, firmado un documento expreso para hacerlo sin el alta médica, ejemplo de compromiso para todos. No había jugado aún en la Europa League y, capitán, quería dejar atrás una racha de dos meses sin marcar, pero el gol se le negó tres veces. El propio Suárez le asistió en la primera, que marró por sencilla; el poste frustró la segunda y un defensa más rápido le cortó en la tercera. Hasta el portero Fabiano le arrebató, tumbado, un balón que le había quedado a los pies. Ganar, si falla, no le basta.
El gol de Soro tras el empate permitió que volviese al fútbol Antonio Puertas, quien junto a Lucena pasase aquella noche tan difícil en Nicosia mientras sus compañeros volaban de vuelta a Granada tras sus síntomas. El almeriense tuvo dos ocasiones para hacer la sentencia, pero no acertó. Sí lo hizo Luis Suárez, que seguirá jugando como si le quedasen aproximadamente seis millones de goles por hacer aún.
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