Nunca es como empieza
La contracrónica ·
El gol de Machís había dejado el partido estupendo para el Granada pero la expulsión marcó el inicio de otro; los rojiblancos ganaron el primero y sobrevivieron al segundo porque en su milicia nadie está nunca soloTodo lo que no hubo manera de conseguir en los noventa minutos frente al PAOK se consiguió apenas discurridos ocho frente al Levante. Un gol ... tempranero es como aparcar en la primera vuelta, aunque hay quien ya ve el hueco hasta en el Genil. Lo que sucedió en Los Cármenes procedió de un cambio de juego tan primoroso como preparado de Maxime Gonalons que Darwin Machís agradeció poniendo la pelota en la escuadra, con permiso de Miramón. Fue como descorchar champán de la viña de Lyon, pero las cosas no son nunca como empiezan.
El destino es caprichoso a veces y el fútbol, que deja capítulos surrealistas, se cebó con Gonalons cuando al cuarto de hora pisó el gemelo de Rubén Rochina, un exrojiblanco que aún lo siente. El galo no quería, pero tampoco pudo evitarlo. Era un balón dividido y, en una decisión tomada en una milésima de segundo, optó por meter la pierna donde no debía con la mala suerte de que llegó tarde y con los tacos a una altura violenta. Tan poco ruido hizo Rochina para pedir la expulsión, que Jaime Latre no advirtió sin el auxilio del VAR, como Gonalons cuando le enseñaron la roja. Dos hombres de fútbol que entendieron la acción, fortuita, y se resignaron a sus consecuencias. Uno enfiló el camino del vestuario; el otro se quedó con una bonita cicatriz de guerra. Nada era personal.
Tenía Paco López el respeto de Diego Martínez como artífice del mejor ataque organizado de la Liga, a su juicio, pero en aquel primer cuarto de hora los visitantes se empeñaron en mostrar que además también tienen la peor organización defensiva del campeonato. El gol de Machís había dejado el partido estupendo para el Granada pero la expulsión marcó el inicio de otro; los rojiblancos ganaron el primero pero quedaba por ver si se llevaban también el segundo, con todo el desgaste acumulado y tantos hombres lesionados en la grada como disponibles de refresco.
El ejercicio de resistencia nazarí se basó en una disciplina sin fisuras ni preguntas y en balones a Luis Suárez. El colombiano tiene toda la energía rebosante de sus 22 años y le falta campo. Lo suyo fue un 'quiero y no puedo' contra toda la defensa del Levante, o al menos lo que quedaba de ella con las subidas de sus laterales, perseguidos por Puertas, Machís y Soro. Luis Suárez, un potro aún salvaje de quien se asume que ya cumplió en Zaragoza la 'mili' que le ha tocado a Antoñín en Vallecas, caía y caía pero no dejaba de intentarlo. Hay en su arrancada y en el aleteo de sus brazos una proyección de Kylian Mbappé todavía por madurar. Un arma de destrucción masiva aún por pulir.
Pero ni Luis Suárez atacó solo ni se dedicó exclusivamente a verlas venir arriba. Implicado como el que más en defensa, integró una milicia de Diego Martínez que volvió a mostrarse inexpugnable con la única salvedad del vuelo sin motor de Vezo. En el 'casting' del lateral derecho le tocó esta vez a Jesús Vallejo, quien se las vio con los desmarques de Morales, las diagonales de Bardhi y las subidas de Clerc. El maño arrancó el duelo subiendo la banda, algo que hizo por última vez a los veinte minutos. Le auxilió Puertas, carrilero de últimas, porque en el Granada nadie está solo nunca. Por eso sobrevive.
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