Empate a nada
La contracrónica ·
Hay algo peor que un partido malo y es un partido malo pero intensito; hubo tanta testosterona y tan pocas ideas que pareció que ambos competían por que no les quitasen los puntos que tenían en lugar de por ganar unos másLo que fuese que hicieron anoche Leganés y Granada en Butarque sirvió para descubrir que hay algo peor que un partido malo, y es un ... partido malo e intensito. Hubo tanta testosterona y tan pocas ideas que por momentos parecía que ambos equipos competían por que no les quitasen los puntos que tenían en lugar de por ganar aunque fuese uno más. Ni eso le valía a un Leganés para el que el partido terminó siendo lo más parecido a un entierro como lo fue para su rival tres años atrás, aunque al menos hubo quien lo llorase en las gradas. En una de sus esquinas, en concreto.
Ni siquiera el morbo de los futbolistas con pasados cruzados aportó algo de chicha al encuentro. Un reencuentro plomizo entre 'ex', muertas las pasiones de otros días, que acabó con el resultado de las gafas, un 0-0 de manual cantado casi que antes de empezar porque ambos equipos acabaron extenuados el viernes. A todos ha sorprendido el nivel de LaLiga en la reanudación pese a los estadios desalmados, pero a cada jornada que se devora se prueba que no todos los equipos están preparados para afrontarlo y que habrá que ver cómo llegan algunos a julio. Si se tiene por precedente lo de anoche, se irá a un peor espectáculo sin duda. Aunque mejor que nada.
A falta de grandes alicientes Diego Martínez optó por dar el relevo a Antoñín en punta, peinado inmaculado, aunque la gran oportunidad del malagueño duró un único tiempo quizás castigado por una acción ridícula en la que, ingenuo y quizás temeroso, se dejó caer cuando enfilaba la portería. Algo antes, Bustinza placó a Carlos Neva con la cabeza para cortar de raíz un peligroso contragolpe nazarí. Le costó la amarilla y dio rienda suelta a lo que iba a ser el resto del partido, una sucesión de incontables pugnas con reiterados '¡eh, eh, eh!' de fondo que pese a todo aburrían. El partido dejaba de verse bajo miras futbolísticas sino grecorromanas, por las que el capitán del Leganés cuajó una actuación portentosa.
Al Leganés del carismático Aguirre no dejaban de sucederle desgracias en forma de lesión, incluida la de su mejor hombre, Óscar Rodríguez, tras jugar poco más de veinte minutos saliendo desde el banquillo y antes del descanso. El mexicano introdujo a Assalé, que al menos tenía nervio, y a Rosales con el 'look' de Darío Silva como para intimidar, pero fue el escurridizo costamarfileño quien consiguió agitar algo el encuentro para proporcionarle su único instante de emoción real. Encontró las vergüenzas de Neva y forzó un penalti que para los suyos era media vida, pero apareció Rui Silva.
El luso acertó el lado del lanzamiento a Guerrero y, suspendido el balón en el aire a un metro de la portería, Vallejo completó la hazaña con una salvada memorable ganando el pulso a Bustinza. Pocos segundos después, Soldado cedió el brazalete con los colores granadinos que también son portugueses a Rui Silva en un gesto que pareció una coronación, como para sacarle la renovación en ese mismo momento.
No hubo mucho más que reseñar en un partido malo pero intenso, si acaso que Gil Dias tuvo el honor de jugar treinta segundos en la época de los cinco cambios. ¿Necesario? Tanto como el partido en sí mismo.
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