Rugby grecorromano
No se puede calificar como fútbol lo que hubo en Getafe, un partido que si no batió los récords de faltas y amarillas fue porque no se lo propuso
El fútbol era una cosa y lo que ocurrió y ocurre normalmente en Getafe fue otra. Los de Bordalás son un ejemplo robótico de eficiencia ... y puede decirse que han inventado un deporte nuevo, algo más parecido al rugby que al balompié aunque sin la nobleza de quienes luego comparten cervezas en el tercer tiempo. Algo así como lucha grecorromana con un balón de por medio, que no se pudo saber si era esférico u ovalado, ni si rodaba siquiera. Resulta dificilísimo prever un gol del Getafe y al Granada, como al resto de sus víctimas, le cogió por sorpresa noqueándolo. Del fútbol suelen decir los más pragmáticos que es un juego de errores más que de virtudes, y que si acaso la mayor virtud es no cometerlos. Los de Diego Martínez pecaron dos veces y fueron castigados. Luego todo se hizo cuesta arriba.
En la noche de los muertos vivientes los rojiblancos se alinearon con hasta cinco hombres nuevos que pretendían demostrar que están muy vivos, como Adrián Ramos y en especial el inédito y hasta misterioso Ismail Köybasi. No puede ser casualidad, por cierto, que Halloween coincidiera con el inicio de la campaña electoral. También hubo en Getafe cambio de sistema, algo que por defecto despierta la especulación de las fórmulas numéricas como si fueran contraseñas para una caja fuerte. No pudo rascar nada el Granada ante un equipo de tipos duros en el que Bordalás hace algo tan extraño como alinear a Nyom, a quien ya le ha costado siempre con la derecha, a pierna cambiada. Habría que analizar los estragos sin remedio que hizo en este lateral la Segunda B, donde aprendió artimañas que bien reconoce el respetable de Los Cármenes y que esta vez se volvieron en contra. Cría cuervos y te sacarán los ojos, dice el siempre sabio refranero español.
No se puede calificar como fútbol lo que hubo en Getafe, un partido que si no batió los récords de faltas, interrupciones y amarillas fue porque no se lo propuso, porque le salió natural ser así de feo. Fue un cuerpo a cuerpo intenso de roces continuos, como bailar pegados sin amor, un petting desagradable. Menos mal que no hubo empate final porque habrían ido aficionados de las dos partes a pedir su dinero. Diego Martínez, tan implicado que hasta se las tuvo tensas con jugadores azulones como Ángel, asistió estupefacto a los dos errores que cavaron la tumba de su equipo al descanso.
Pero pasa que a este Granada le van las batallas y aunque lo suyo también es una cuestión de testosterona, y tentado estuvo de llegar a los puños, entendió que debía imponerse por el fútbol. Todos sentían miedo a retener el balón más de dos segundos hasta que apareció Antonio Puertas, todavía convaleciente de su sobrecarga en el isquiosural, para pedir la pelota. El almeriense, un cisne, demostró que se podía jugar de otra manera, que todavía quedaba esperanza para los que apostaban por el juego frente a quienes sólo buscaban ya ganar metros y forzar tiros libres en zonas próximas a Rui Silva. Cambió el partido y contagió a Gonalons, que creció como un coloso.
Con la renta a favor el Getafe recibió las acometidas rojiblancas como dejaba que le cayera la lluvia hasta que Puertas, quién si no, encontró premio en un rechace de Soria a remate de Ramos en boca de gol. Los locales reabrieron su guerra y se repartió estopa por un tubo, a un lado y al otro, convenciendo los azulones a los rojiblancos de que el balón era secundario en lo que proponían, como pelean las cabras. En eso andaban hasta que un tiro a palos de Timor, un golpe de castigo, declinó los tres puntos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión