No seas el mejor
Cartas desde China ·
Dice Holland que una característica básica de los sistemas complejos es «que no hay ningún individuo que sea el mejor, sino mucho individuos que se ocupan de distintas tareas»KEVIN VIDAÑA
Viernes, 5 de junio 2020, 01:26
Compasión para todos aquellos que se sienten los mejores. Besos, abrazos y palabras de aliento para ellos, porque en las buenas está cualquiera pero, ¿en ... las malas? Sentirse el mejor es sentirse mal, estar jodido de verdad, verse superado por la realidad; debiendo haber libros de autoayuda que te pongan en tu sitio. Dice Holland que una característica básica de los sistemas complejos es «que no hay ningún individuo que sea el mejor, lo que hay son muchos individuos que se ocupan de distintas tareas».
La pandemia se ha encargado, de alguna manera, de evidenciar esta comunicación e interdependencia entre las cosas, haciendo ver que la vida y el juego son globalizaciones donde nada existe por sí solo, donde ningún acontecimiento puede aislarse de su contexto; nada es más importante que nada porque lo mínimo acaba afectando lo máximo. Si eres el mejor es porque alguien lo ha posibilitado y ya no sabría decirte quién es el mejor de los dos. Pudiéndose decir que los jugadores solo existen en el intercambio; somos quienes somos en función de con quiénes nos relacionamos.
Maradona, por ejemplo, pudo regatear a medio equipo inglés y convertir gol porque Valdano y Burruchaga acompañaban la carrera condicionando el comportamiento rival. Sin esas inacciones imprescindibles, el argentino no hubiera respondido de acuerdo a sus capacidades naturales. Sin la inestimable ayuda de los demás nunca se hubiera dado el mejor gol de la historia de los Mundiales. Hablamos de procesos dinámicos caóticos, de sistemas no lineales con comportamientos impredecibles, cuyos análisis no pueden tratarse nunca como investigaciones forenses.
Porque decir que alguien es el mejor es matarlo, enterrarlo bajo los escombros, faltar a la verdad y obviar la realidad en favor de ficciones que no hacen más que aliviar nuestras ansias de saber y terminan por aniquilarnos. Después los entrenadores alineamos en base a estas creencias y ocurre lo que ocurre; hacemos del fútbol películas de Spielberg o peor aún, sketchs de Ignatius Farray.
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