Calvario armero
La contracrónica ·
En Ipurua se cumple a rajatabla aquello de que gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo, o al menos conseguir grandes hazañas. A los de Mendilibar les da por ahora para perpetuarse en Primera e imponerse al Granada cada vez que se cruzanAlgo tendrá el Eibar cuando seis temporadas después sigue entre la élite, aunque su primera permanencia fuese de rebote por los impagos ilicitanos. En ... Ipurua se cumple a rajatabla aquello de que gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo, o al menos conseguir grandes hazañas. A los de Mendilibar les da por ahora para perpetuarse entre los mejores imponiéndose al Granada cada vez que se cruzan, con holgura además. Los rojiblancos son incapaces de vencer a los armeros y menos en su territorio, donde solo encadenan goleadas desde que Nyom salvase un punto cinco años atrás.
Quizás por despistar se vistió el Granada de blanco impoluto para un duelo que se dibujó como un segundo Clásico en la semana. Un Clásico de serie B. Los de Diego Martínez trataron de igualar el ímpetu local actuando como un clon, imitando su sistema y aplicando la misma intensidad en los primeros lances. Hasta pudo adelantarse. Carlos Fernández, que hace fácil lo difícil y difícil lo fácil, erró lo que pudo ser el 0-1 a los seis minutos cuando lo más complicado era fallar. No es la primera vez que le pasa desde que juega para este equipo. Alguno se seguirá acordando de El Arabi, aunque este, más extravagante, quizás la hubiera mandado al larguero.
Esa ocasión perdida y un penalti desestimado desde la sala VOR en Las Rozas debió sacar del partido a unos jugadores que luego se diluyeron como un azucarillo. Perdieron la fe, o algo parecido, cuando Sergi Enrich marcó el primero en una secuencia que Víctor Díaz creyó que no llevaría a ninguna parte, lento en el repliegue. A Soldado, titular de nuevo tras la paliza en Hospitalet, se lo llevaban los demonios. Se adivina en sus rabietas, en su mandíbula apretada, una impotencia por lo que querría estar aportando y el paso del tiempo ya no le deja. Atendió en la distancia a un naufragio sin mucha explicación, en un abrir y cerrar de ojos. En Ipurua no se negocia y tampoco se conceden segundas oportunidades.
Al Granada se lo llevaban por delante unos tipos que de verdad se comportan como miembros de una sociedad deportiva que también podría ser gastronómica. Uno mira los rostros de los Kike García, Sergi Enrich, Pedro León o Escalante y puede imaginarlos yéndose de pintxos y potes, no solo ahora sino toda la vida, y con Mendilibar entre ellos. El argentino, capitán, atravesó líneas nazaríes durante todo el partido como si jugara contra niños. Resplandecía bajo sus músculos una energía superior, iones hipercargados repeliendo moléculas neutras. Ahí empezó a explicarse la derrota. Irreconocibles.
El Granada, como siempre y le honra, no dejó nunca de intentarlo. Lo probó absolutamente todo, valiente o temerario según se mire para irse al ataque con tres delanteros, cerrando con tres defensas y dando las bandas a Puertas y Machís. Se abonó al juego directo pero siempre por el aire, donde Bigas emergió como un titán para controlar a cada punta hasta con la mirada. Sólo Machís intentó la individual, y su latigazo a punto estuvo de romper el larguero. Más delicado en el zig-zag y la definición, Inui desquició a la banda.
Aun con derrota, los rojiblancos se echan a los brazos de la Navidad, que les urgía y les permitirá hacer balance de un 2019 inmaculado en el que ellos fueron Papá Noel y Reyes Magos insuflando felicidad en las almas de sus aficionados. La fuerza de lo que han creado va más allá de los 24 puntos que ostentan en una categoría exclusiva para privilegiados. Diego Martínez habló de un nuevo sentimiento. Puede ser.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión