Riquiño
La preparación exhaustiva de un partido de fútbol es un tinglado preliminar que se viene abajo cuando a los cinco minutos Jorge Sáenz pisa el talón de Aquiles de Soldado y quienes apoyan los codos en el VAR convencen a Prieto Iglesias que el central debe abandonar el local
Dos semanas pudieron dedicar Diego Martínez y Fran Escribá a preparar el partido de Balaídos. Casi catorce días de informes técnicos, tácticos y hasta ... psicológicos, analizando vídeos de jugadas a veces intrascendentes pero fundamentales a sus ojos e impartiendo instrucciones personalizadas a sus futbolistas. Un tinglado preliminar que el fútbol y su naturaleza imprevisible echa abajo cuando a los cinco minutos Jorge Sáenz pisa el talón de Aquiles de Soldado y quienes apoyan los codos en el VAR convencen a Prieto Iglesias de que el central debe abandonar el local. Empezaba un partido nuevo, nada que ver con el que se había intuido sesudamente durante casi medio mes, con superioridad numérica para el Granada.
'Riquiño', pensarían los granadinistas más malafollás. Lo de jugar con uno más tiene sus pros y sus contras, como todo en la vida. Hay entrenadores que lo rehúyen y equipos con tradición histórica fatalista que también, el rojiblanco horizontal entre ellos. Entran en juego una presión mental que deriva en complejo si los diezmados encadenan diez pases y una obligación casi moral por hacerse con la iniciativa y la posesión, forzado al asedio. Por si cabía alguna duda, Fran Beltrán se hizo expulsar poco después con una plancha temeraria ante Puertas, desquiciado como el resto de su equipo.
Jugar contra nueve futbolistas debe ser más o menos como pelear contra un manco, aunque hacerlo frente a Iago Aspas en Balaídos y contra el Granada lo matiza. El genio de Moaña se multiplicó en su sentido más literal y avanzaba por el campo como sobre patines, hinchada la vena del cuello por el mosqueo. Tanto él como sus compañeros se mantuvieron en el partido sintiéndose víctimas de la justicia, más calientes que unos forasteros que atónitos ante la situación estiraban de nuevo por el suspense prolongado del VAR. El fútbol del siglo XXI, cada día un poco más parecido a la Super Bowl.
Andaban ambos equipos reinterpretando el duelo, con Balaídos hecho una furia, cuando Germán hizo el silencio. Fusiló a Rubén Blanco con la cabeza, que ya hay que darle fuerte, para estrenarse como goleador en Primera división. Premio a un obrero que siempre se ha limpiado sus propias botas. El Leónidas rojiblanco lo celebró con un saludo militar que, barbudo, lo acerca al guerrillero cubano y lo aleja del hipster. A los del Celta les faltó llorar de vuelta al vestuario. Si un gol antes del descanso siempre se califica de 'psicológico', cuando este llega a los cinco minutos de los seis añadidos tras haber perdido a dos hombres en el VAR el daño ha de ser demoledor. No cabía más desgracia en el episodio.
Diego Martínez supo explicar en un brevísimo intermedio de poco más de diez minutos, una milésima parte de lo dedicado durante el parón, el partido que iba a seguir. Sus pupilos lo entendieron a la perfección, porque además estaba feo dejar mal al 'padre' en su gran vuelta a casa, y sentenciaron el partido por la vía rápida con un zambombazo a la escuadra de Yangel Herrera, que de tanto volar envió un avión. No llevaba luces exteriores, tampoco en la cabina, y Rubén Blanco no pudo reaccionar porque no lo vio venir.
Quedaron el orgullo de un Aspas que no entiende de rendición ante los rojiblancos y al que sólo le falta asistirse a sí mismo y el descaro de Aidoo, quien al no encontrar compañeros a los que pasar el balón decidió batir él mismo las líneas enemigas. Camina erguido el Granada, un invitado temible que siempre lleva estudiada la lección pero que también sabe improvisar si hay que meterse en la cocina.
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