Lo que Callejón deja tras él
El motrileño vuelve a ejercer como referencia del ataque y da un recital lejos del área, más falso '9' que nunca, para que Puertas y Uzuni aprovechen sus ausencias antes de celebrar con rabia la cuarta diana de su equipo
Parecía desubicado en los últimos partidos, como si chirriase en un equipo que no conseguía organizarse, pero José Callejón regresó por sus fueros a lo ... grande contra el Sporting de Gijón. El motrileño volvió a ejercer como la referencia del ataque, con más movilidad que nunca, y más allá de lo que hizo lejos del área brilló lo que permitió que ocurriese en su ausencia. Antonio Puertas y Myrto Uzuni aprovecharon el desconcierto de su fuga para marcar dos goles como dos soles en el primer acto y en el segundo, y tras asistir tan atónito como todos a la tijereta del albanés, firmó el cuarto para desquitarse. Hubo rabia en su grito de gol ante su afición, inédito desde la segunda jornada, para volver a poner Los Cármenes a sus pies.
Pese a que el equipo pareció mejorar con él como referencia tanto ante el Huesca como en Ponferrada, Aitor Karanka decidió volver a sentar a Jorge Molina, que luego ni asomó durante el calentamiento. Con un '9' más falso que nunca frente al examen del Sporting, el equipo cuajó los mejores minutos de la temporada de vuelta a una agresiva presión adelantada y con las ideas más claras con la pelota, con José Callejón y Óscar Melendo como luminarias en la zona de tres cuartos del campo por delante de Bodiger y Petrovic, con más problemas.
El motrileño pareció buscar el emparejamiento con el joven suizo Axel Bamba, a quien Abelardo dio su primera titularidad en España, hasta volverle loco. El clon de Babin –mítico exgranadinista y sportinguista– trataba de atar en corto a Callejón y cuando quería darse cuenta lo tenía a quince metros y quien amenazaba a su espalda era otro, ya fuese Uzuni o Puertas. Era ahí, más atrasado, donde el '9' mostraba toda su calidad e inteligencia para asociarse con el resto de centrocampistas en una jaula mortal sobre Rivera y Pedro Díaz sin que la ayuda de Gio Zarfino bastase.
Al cuarto de hora, un espectacular cambio de orientación con un golpeo potente y plano no se convirtió por poco en el gol de la jornada al empalarlo sorpresivamente Quini hacia la portería de Mariño. Ese tacto privilegiado con la pelota salía a relucir también en las acciones a balón parado, consolidado definitivamente como lanzador del equipo al punto de que incluso Miguel Rubio llegó a rematar en una ocasión en los primeros minutos del encuentro. El motrileño parecía hasta gustarse al prepararse para el impacto, responsabilizado como lo está de la deriva del proyecto rojiblanco.
Reanimado como el resto de su equipo con los goles, José Callejón siguió liderando a los suyos diana tras diana sin permitirse un esfuerzo en la presión hasta el propio Mariño ni un error con la pelota, como en una acción en la que la perdió y fue, con la mano en alto a modo de disculpa mientras adoptaba una posición defensiva para prevenir cualquier consecuencia peligrosa. También se involucró en defensa por las acciones a balón parado del rival, situado en el primer palo. A los ochenta minutos recibió la ovación que se había ganado, esa por la que volvió a su tierra.
Lo que es el fútbol, basta una goleada como la que el Granada se gozó ante el Sporting para extinguir los debates sobre el acierto goleador y la mayor o menor generación de ocasiones como consecuencia de jugar con una referencia en ataque o sin ella, y si acaso no se debía haber firmado otro delantero en verano. Cualquier fórmula es buena si se gana. Y si es con tantos goles, hasta se pasa de pedir con timidez la cabeza del entrenador a hacer la ola. De repente, el Granada vuelve a sentirse un equipo candidato al ascenso a Primera división si alguna vez tuvo dudas.
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