Tres accidentes
La contracrónica ·
Diego Martínez tenía un plan, que ya era bastante con apenas dos días de ratos de trabajo tras pasarlo tan mal en León, y no muy diferente al de la campaña anterior; pero no todos los años se puede ganar al BarcelonaTodo lo que podía salirle mal al Granada contra el Barcelona le salió mal. Diego Martínez tenía un plan, qué duda cabía; y, en parte, ... tenía semejanzas al que la campaña pasada le dio la victoria contra el deprimido equipo por entonces de Ernesto Valverde, que tampoco es que haya tenido muchas más alegrías desde su marcha. Aquel día de septiembre, sin virus y con 18.000 hinchas en las gradas, Ramón Azeez ejerció de 'mediapunta presionante', una antítesis futbolística como cualquier otra; ayer le tocó ese papel al bueno de Ángel Montoro, recién recuperado para la causa, y todavía con mucho más de mediapunta que de presionante. Su tarea desde el principio fue pegarse mucho a Sergio Busquets, y durante los primeros minutos salió bastante bien; la diferencia fue que, al contrario del curso pasado e igual que en el Di Stéfano –aunque con menos clamor–, la pelota no fue dentro. Ter Stegen la espantó como se espanta a las moscas en verano.
Diego Martínez tenía un plan, que ya es mucho decir sin necesidad de inventarse un comité de expertos para la ocasión, y eso que apenas había tenido dos ratos para entrenar en Granada después de pasarlo tan mal en León por la Copa, exigidos hasta la prórroga. Había dejado a medio equipo titular en tierra, pero ni siquiera pudo contar con todos los que descansaron. Aun así, el plan se sostenía, tenía sentido y parecía funcionar. Pero ni todos los años se puede ganar al Barça en el Zaidín, ni un buen plan te da siempre un gol temprano; la idea duró lo que Soldado tardó en asistir a Griezmann cuando pretendía despejar. Si lo hubiese querido hacer no le habría salido tan bien. Habían pasado solo doce minutos.
Aquel fue el primero de los tres accidentes que mandaron al traste el plan de Diego Martínez para frenar al Barcelona de Messi. Los otros dos fueron una mano clarísima de Busquets en el origen del segundo gol que esta vez no estimó el VAR y un placaje de abusón, con los brazos por delante y sin balón, de Eteki en la frontal sobre Pedri, ese niño insolente que juega ante hombres como lo haría con sus primos y como hacía hasta hace dos días. No perdonó en ninguna de las dos ocasiones el mejor jugador del mundo –y quizás de la historia, si no fuese tan inmaculado–. Messi es el nuevo capitán de ese selecto club que se forma cada temporada entre los jugadores libres para decidir su destino a partir del 30 de junio desde enero. Los guantes los enfunda, entre otros, Rui Silva. Ambos han dado tanto a los que todavía son sus equipos que merecen ser dueños de su destino.
El partido llegó muerto al descanso, y ya la estrategia fue otra: repartir minutos entre todos ya de cara al partido frente a Osasuna del martes y evitar la humillación. También Koeman se permitió sus licencias con Riqui Puig y Junior Firpo, el zurdo en la diestra. Jugó hasta Luis Milla, que todavía no sabe cómo le ha dejado el coronavirus los pulmones. Por la energía que desprendió, todo entusiasmo para ir a la presión y para ofrecerse con balón, parece que vuelve sin haber perdido demasiada forma. Quizás contra Osasuna pueda coincidir ya con Montoro, que volvió a bailar claqué durante algunos minutos. Mientras hubo un plan, en definitiva.
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