Maneras de sufrir
La contracrónica ·
Lo mejor de ver a Roberto Soldado marchándose a esconder el balón al córner en el minuto 120 es que si se lo cuentan al granadinismo antes de que ocurra, el granadinismo se lo cree; es la historia intrínseca de este equipo, de este escudo, que revive lo paranormal y lo sobrevive«Qué manera de sufrir», lamenta con su voz rajada Joaquín Sabina cuando le canta a su Atleti de Madrid. También el Granada viste ... de rojiblanco, últimamente hasta en sus pantalones, aunque se cruce las rayas horizontales para llevar la contraria y distinguirse. Algo de la historia de ese 'pupas' hay en las páginas de un Granada que no abandona el sufrimiento ni en sus mayores días de gloria. El conjunto nazarí se clasificó para los cuartos de final de la Copa del Rey 19 años después y aunque sabía que sería difícil, quizás nunca imaginó que necesitaría tres prórrogas para hacerlo. Aun molido, el Granada puede permitirse soñar.
De nada sirvió que, como en Badalona, un gol en el primer ataque aliviase la encerrona local. Allí marcó Köybasi y en Badajoz fue Álex Martínez, otro futbolista cuya situación en el equipo no le va muy a la zaga. El zurdo se destapó con un golpeo de fantasía. Parecía que la tiranía del Primera, la diferencia de calidad, se impondría con frialdad al sueño del modesto. Pero para nada. El ánimo de un grupo combativo espoleado por 15.000 almas que llenaron por primera vez en 20 años el Nuevo Vivero volvió a meterlo de lleno en el partido e hizo del Granada un equipo muy pequeño en muchas fases del partido. En la primera mitad, de hecho, el balón acabó siendo un cuerpo extraño para un hombre como Carlos Fernández, que luego pudo redimirse como ya le pasó en Badalona.
Se estrenó como titular Jesús Vallejo, que aprendió a porrazos lo que significa ser futbolista del Granada. Ya lo sabe con creces. Menos de una semana en el equipo y no ha hecho más que sufrir incluso en el triunfo, incluso para pasar de ronda. Pero es lo que hay, debe ir en el contrato que adorna este escudo. A la misma hora pero en la tierra que le vio nacer se enfrentaban los otros dos equipos de su vida, el Zaragoza y el Real Madrid. De lo que podría haber sido en su momento un regreso por la puerta grande a la Romareda, donde fue capitán juvenil, a dejarse cada gota de sudor por unos colores que le eran ajenos hasta hace unas semanas. Los caminos del fútbol, como los del Señor, son inescrutables.
El Badajoz jugó poseído por el espíritu indómito de Pablo Vázquez, crecido ante su 'ex'. El central compitió con rabia, marcó y lo celebró como si el Nuevo Vivero fuese el Soccer City de Johannesburgo. Le faltó campo para correr y hasta le faltó pantalla, que parecía que se salía. «El karma, por no haberle dejado jugar», esgrimió anoche una amiga que dejó en la ciudad. Sólo podrá entenderlo quien conoce el desamor. Él y sus compañeros jugaron con una tensión de minuto 90 permanente, y quizás por eso no se vinieron abajo cuando Soldado parecía haber hecho añicos sus ilusiones a falta de cuatro minutos para el final.
Una nueva prórroga debió parecer inverosímil hasta para la realización de DAZN, que conectó cuatro minutos más tarde. «Qué bonita es la Copa», que diría el espectador neutral. Es menos bonita cuando toca sufrirla y encima se trabaja. Por fortuna, Carlos Fernández pudo resolver en la prórroga y luego los disparos de Dani Aquino salieron silbando. Hasta esos silbidos los cargaba el diablo.
Lo mejor de ver a Roberto Soldado marchándose a esconder el balón al córner en el minuto 120 es que si se lo cuentan al granadinismo antes de que ocurra, el granadinismo se lo cree. Es la historia intrínseca de este equipo, de este escudo, que revive lo paranormal y lo sobrevive. Ahora, en cuartos, Los Cármenes quiere disfrutar. Ahora sí. Qué bonito sería recuperar al 'Matagigantes'.
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