Oda a la alegría

En la última jornada se necesitaba como primera condición para aspirar al sueño una victoria del Granada ante su verdugo copero, el Athletic de Bilbao, y que acompañasen algunos resultados de otros equipos implicados en la lucha por ocupar posiciones europeas. El mal fario de las ocasiones desaprovechadas en casa en otras oportunidades planeaba por Los Cármenes, esta vez vacío de su afición. Pero este Granada está por romper tendencias agoreras y se impuso con rotundidad a un equipo bilbaíno que tiró la toalla tras encajar el segundo gol. Otra exhibición de eficacia, una más, de un equipo que jamás se descompone y siempre sabe a qué jugar, y al que no le falla el pulso en los momentos decisivos. Mantuvo los nervios esperando sus oportunidades, y cuando las tuvo aparecieron sus matadores –Soldado, Puertas y Carlos Fernández– para zanjar el envite. La guinda la puso el recuperado Montoro, culminando con el cuarto gol su fútbol delicioso. La suerte acompañó lo suficiente en otros estadios para colarse en la séptima plaza.

El agradecimiento debe extenderse a todos los jugadores del plantel. Los que se enfundaron la rojiblanca horizontal esta temporada lo hicieron desde el entusiasmo y el compromiso. El premio es merecido. Pero si hay un artífice indiscutible de haber escrito la página más bella de la Granada futbolística ha sido Diego Martínez, un gran entrenador cuya continuidad es clave para un proyecto futuro sólido. El año futbolístico debe ser el 'año Martínez', con Miguel Ríos versionando el 'Himno de la Alegría' beethoviano en honor de este técnico, sus jugadores, de los gestores deportivos del club y de una afición alucinada por lo conseguido. A pesar del propio Lizhang, todos ellos consiguieron que se cumpliese una de sus promesas, la de llevar al Granada a Europa.