Los jugadores del Granada celebran el triunfo ante el Barça. RAMÓN L. PÉREZ
Días wagnerianos
Bajo control ·
El Granada de Diego Martínez se atrevió con el Barcelona e interpretó el último movimiento de los conciertos que habían impregnado la ciudad veinticuatro horas antes
Juan Torres Colomera
GRANADA
Sábado, 28 de septiembre 2019, 01:54
Hace unos días la ciudad de Granada se convirtió en un auditorio al aire libre y la música inundó sus plazas, lugares emblemáticos donde sonaron fragmentos de las obras más importantes de los grandes maestros. Un deleite para los melómanos y resto de viandantes que circundaron los pianos, mientras los músicos interpretaban el contenido de la partitura elegida. Como colofón, la noche del pasado viernes, en el patio del Ayuntamiento, la banda municipal se atrevió con un concierto de Richard Wagner.
Un músico, el alemán, que en la mayoría de sus óperas elevó el rango de los instrumentos de viento equiparándolos a los de cuerda y terminando así con su perpetua servidumbre. Entendía Wagner que la fuerza que exhalan trompetas, trompas, trombones, cornos, bombardinos y tuba wagneriana enardecen la pasión del espectador y eleva las emociones a lo más alto.
Lugar éste donde precisamente se encuentra el Granada de Diego Martínez, que se atrevió con el Barcelona e interpretó el último movimiento de los conciertos que habían impregnado la ciudad veinticuatro horas antes. Y es que este equipo se asemeja demasiado a una partitura de Wagner. No se aprecia servidumbre alguna en la plantilla.
El sábado, sobre el césped del Nuevo Los Cármenes, parecieron sonar fragmentos de dos óperas wagnerianas. Es cierto que cuando salió Messi cundió el pánico y la inquietud se instaló en la grada, mas nunca en los jugadores granadinos quienes, al compás de La Cabalgata de las Walkirias, lograron el enardecimiento de la grada y desatar algunas de las emociones vividas en el antiguo estadio allá por los setenta.
Mientras, en el otro lado, al son del Ocaso de los Dioses, fue eclipsándose la superioridad de un grande que durante noventa minutos dejó de serlo en Granada. La coda de estos días wagnerianos sonó en Valladolid tres días más tarde: El Preludio de Lohengrin. Tempo lento, piano, violines. Un momento de pausa. Un punto más.
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