Dos decepciones, una por cada mercado

El colombiano llegó por sorpresa, poco después de que Soldado se marchase al Levante y, en cierta parte, queriendo aportar su cuota de gol y veteranía. Que Bacca había hecho goles allá donde iba es una obviedad. Pero también lo es que en Granada parece haber agotado sus últimos días como jugador europeo. Ya el pasado verano coqueteó con la idea de volver a su Barranquilla natal. La apuesta del club granadino en él era plausible. Gol y experiencia se daban la mano. Con una bola de cristal, se habría visto que el matrimonio no pintaba bien.

Ya le costó poder jugar en verano, arrastrando de Villarreal unos problemas físicos más importantes de lo esperado. Pero logró ponerse a un tono decente y jugar en el inicio de competición. Su primera jugada ante Los Cármenes, para asistir a Suárez, su pupilo indicado, levantó unas expectativas que se desvanecieron cuando el estado de forma descendió alarmantemente. Hizo un gol en Copa.

Las pequeñas lesiones lastraron por completo su adaptación al vestuario nazarí y nunca pareció terminar de implicarse. Tampoco habría tenido minutos para demostrarlo. En invierno ya se rumoreó su salida, pero ha cumplido la totalidad del contrato, un año que pasará sin pena ni gloria por los anales de la historia rojiblanca. Y, a pesar de todo lo anterior, casi se convierte en héroe y figura. Un balón suyo se fue al palo en el descuento ante el Espanyol. Lo que es el fútbol.

Apuesta innecesaria

Por su parte, el fichaje de Dani Raba ha resultado ser totalmente innecesario, si bien es fácil decirlo ahora y no parecía tan mala idea en febrero. Con Machís vendido al Charlotte –todo quedó en papel mojado– y como agente libre después de que el Villarreal le diese libertad para fichar a Lo Celso, Raba fue una apuesta. Tenía seis meses de prueba para ganarse un lugar en Granada, pero los pocos minutos que tuvo fueron suficientes para reconocer que no tiene la madurez suficiente para jugar en Primera. Un despropósito con nula implicación atrás.