Villar escucha a su 'papá'
El centrocampista muestra una de sus mejores versiones como rojiblanco al descubrir que con más verticalidad puede tener hasta último pase y disfruta como nunca también sin balón con agresividad para robarlo
Tuvo que firmar el Granada a un entrenador al que Gonzalo Villar llame 'papá' para que al fin madurara su juego. Ya de la mano ... de Pacheta, que le tuvo siendo un niño todavía en el Elche, el centrocampista mostró una de sus mejores versiones como rojiblanco al descubrir que con más verticalidad puede tener hasta último pase y disfrutó como nunca también sin balón, con agresividad para robarlo cuando no lo tuviera. Villar brindó a Abde Rebbach su gol y pudo contribuir a varios más de haber gozado de más pericia sus compañeros. Uno de los cinco apóstoles del 'pachetismo' en la plantilla ya agradece la destitución de Fran Escribá por más que pudiera dolerle al haber trabajado con él antes ya también en el archienemigo.
Algo lo suficientemente sencillo y conciso tuvo que predicar Pacheta en el vestuario como para que de repente haya cambiado tanto todo en el Granada. Lo hizo, además, sin más experimento táctico que el mismo sistema de hecho que también empleara Escribá durante la indigna primera parte de La Rosaleda para más muestra de que la predisposición lo es todo. Y asumido que los futbolistas anhelan ganar tanto como antes, y que los finiquitos de los entrenadores no salen de sus salarios, no queda otra que resolver que Pacheta cree en ellos más de lo que lo hacía Escribá al convencerles de ir a por los partidos desde el principio aunque se juegue fuera de Los Cármenes.
Gonzalo Villar y sus compañeros saltaron a Riazor con la ambición de gobernar el duelo y merecer la victoria desde el primer minuto, sin las dudas de Albacete o Cartagena pese a vencer también allí ante equipos que no se jugaban nada ya. Los futbolistas adelantaron su presión 20 metros y pronto descubrieron que eso complicaba al Deportivo. Con todo, Villar pasó cinco minutos sin rascar bola y cuando lo hizo fue para formar un lío que no acabó en desastre de milagro; nada que le pesara luego para emprender sus conducciones con arabescos habituales.
Era evidente que los futbolistas del Granada intentaban pasar hacia delante en cuanto podían, al primer toque además si nada lo impedía, y también Villar fue impregnándose de esa nueva verticalidad que da otra marcha al fútbol. Lejos de enredarse hacia atrás como a veces le pasa, el murciano comprendió que también hay veces en las que lo mejor es que la pelota le dure en las botas lo menos posible. Como cuando a los diez minutos vio a Rebbach volar a su izquierda después de que el Deportivo pidiera un penalti, aunque fuera por si al árbitro le daba por parar el juego. El balompié parece fácil en un buen contragolpe.
Villar y sus compañeros vieron recompensada su renovada fe con la ventaja y comenzaron a disfrutar como hacía tiempo que no lo hacían, con el partido más completo de la temporada fuera de casa hasta el agobio del final. El murciano entendió el triángulo del medio con Sergio Ruiz como pivote y Manu Trigueros a su par, combinando con el 'ex' del Villarreal como nunca antes. De sentirse centrocampistas de dos generaciones diferentes a verse por primera vez como socios, con una complementariedad inaudita.
Tanto logró Pacheta que sus futbolistas se crecieran que hasta Manu Lama salía regateando desde atrás y Diego Mariño tiraba recortes en su área, aunque el tercero le costase un gol. Sin embargo, ni tras encajar cayó esta vez la moral del Granada, que siguió combinando hacia delante como primer mandamiento defensivo. Ya solamente le falta aprender a jugar a las cuatro esquinas cuando le urja que corra el tiempo.
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