A Samu le pueden los pitos
Un huracán de silbidos recibe al delantero en su vuelta a Los Cármenes, entre algún otro cántico llamándole «rata» también, pasando luego desapercibido durante el juego en sí mientras marcaban tanto Uzuni como Boyé
Nada tuvo que ver el partido que Samu Omorodion habría soñado jugar en Los Cármenes como futbolista de Primera división con el que finalmente vivió, ... enrolado entre los rivales. Tuvo un recibimiento hostil en su vuelta, como él mismo asumía tras depositar en agosto los seis millones de su cláusula de rescisión –que esta misma semana denunció por abusiva– para irse al Atlético de Madrid, y luego no le salió nada sobre el campo bajo un huracán de silbidos. El melillense siguió seco por séptima jornada consecutiva y encima trajo fortuna a Myrto Uzuni y Lucas Boyé para que el Granada consiguiera su tercera victoria de la temporada; en el caso del argentino, además, rompiendo una racha de 19 encuentros sin marcar.
Buena parte de la afición del Granada decidió hacerle la tarde imposible a Samu. Al delantero le pitaron desde que asomó por la bocana de vestuarios para el calentamiento y apenas había hinchas en las gradas. Los decibelios fueron aumentando hasta hacerse atronadores conforme se fue llenando el estadio, como al recitarse su nombre por megafonía. Una vez arrancó el partido, no hizo falta ni que tocase el balón; cada movimiento suyo, aunque fuera una presión, una pugna en un lance o que pidiera la pelota a un recogepelotas, fue acompañado por música de viento. «Es una rata, Samu es una rata», se cantó a poco que se calentó el asunto, como metáfora de su huida.
A diferencia de lo que sentían en las gradas, no pareció que en el vestuario del Granada cupiese reproche alguno a la decisión de Samu en verano. Muchos le saludaron con cariño desde el túnel, pero nadie le 'quiso' tanto como Miguel Rubio. El central madrileño no se separó de él, sin dejarle respirar y ni mucho menos girarse. Tras el partido dio la mano a todos uno a uno, con un efusivo abrazo con Ricard Sánchez, antes de marcharse entre algún último reproche.
A Samu le pitaron hasta cuando sacó de centro tras los goles de Uzuni y Boyé. Especialmente impreciso en los balones que tocó –«qué malo eres», le cantaron desde la grada de animación regodeándose–, Luis García Plaza estuvo muy encima de él para que no se desviara del partido. El delantero, de sangre caliente, terminó de ponerse en la diana cuando fue a recriminarle a Augusto Batalla que fingiera problemas musculares tras quedarse Facundo Pellistri tendido por un golpe en la otra punta del campo; demostrando, de esa forma, que sigue viendo los encuentros de su exequipo. Antes del descanso, estuvo a punto de meterse en propia puerta un desvío hacia atrás en una falta directa de Gerard Gumbau, lo que habría sido el colmo para él.
Samu fue el primer futbolista de su equipo en salir del campo por la pausa pero nada cambió para él en la segunda parte entre la inoperancia del Alavés. Hasta se llevó una fuerte tarascada de Rubio a ras de césped soportando que alguno pidiera que le pisasen, algo que cada vez se canta menos. Su vuelta a Los Cármenes duró una hora, lo que tardaron en cambiarle, recibiendo ahí la mayor pitada de todas mientras esperaba sobre la línea a que la tablilla mostrase su dorsal. Algún aficionado incluso se levantó de su asiento para increparle. El delantero lo aguantó todo sin revolverse.
Nadie sabrá nunca qué habría sido de la temporada del Granada si Samu hubiese seguido en sus filas. Tampoco si volverá alguna vez a Los Cármenes. Lo único claro es que no guardará buen recuerdo de su regreso, y no parece que nadie vaya a perdonarle nunca que se fuera.
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