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Chema Ruiz España
GRANADA
Lunes, 16 de septiembre 2019, 03:19
Iago Aspas y Roberto Soldado son dos guerreros que viven para el gol, aunque de características diferentes. El de Moaña es un genio capaz de levantar de al respetable de sus asientos, puro talento que siempre guarda un as bajo la manga. El valenciano es un depredador del área, un delantero con olfato que apenas necesita una ocasión para dejar la dentellada en su rival. Ambos, en cambio, son jugadores de sangre caliente, guerreros sin armadura fáciles de crispar que se crecen en ambientes tensos. De ninguno de los dos guarda un buen recuerdo su contrincante, y no solo por las muescas que ambos han producido en ellos. En esta ocasión, el gallego perdió su batalla frente al Granada, aunque murió de pie.
Desde aquella semifinal del 'play off' de ascenso a Primera de 2011, en la que marcó en la tanda de penales y mandó callar al fondo norte de Los Cármenes, el delantero gallego se acostumbró a contar sus duelos frente al cuadro nazarí por goles anotados, aunque ayer se marchó de vacío y exhausto. Se quedó como única referencia ofensiva del Celta a la media hora de partido, cuando su equipo se quedó con dos hombres menos, pero no bajó los brazos. Su carácter se lo impide.
Pasó casi inadvertido durante buena parte del encuentro, enfrascado en una dura lucha con la zaga rojiblanca, pero incluso así fue capaz de generar peligro. Exprimió cada jugada hasta que fue imposible seguir peleando por marcar, oponiéndose siempre a que este encuentro quedase reflejado como un '2' en la quiniela. No pudo evitarlo.
La cuenta abierta por Soldado es más reciente. En su última visita a Vigo, el valenciano recibió una entrada por detrás de Marcelo Díaz y no tardó en ejecutar su particular venganza. En cuanto pudo, pisó con dureza el tobillo derecho del centrocampista, una acción que entonces se saldó con una cartulina amarilla, aunque en tiempos de VAR probablemente hubiera significado su expulsión. Debió vivir un dejà vu el atacante rojiblanco, que recibió en el minuto cinco una entrada de Jorge Sáenz similar a la que provocó su enfado con 'Chelo' Díaz. En esta ocasión, con videoarbitraje y una nueva normativa que protege el tendón de Aquiles de los futbolistas, el infractor fue expulsado.
El delantero del Granada tampoco logró marcar en su regreso a Vigo, pero salió con una sonrisa triunfal en el rostro. En la última jugada del primer tiempo, un saque de esquina en el descuento, arrastró a Hugo Mallo y cedió el espacio a un imperial Germán para que abriese la lata. Con los dos puños en alto celebró el segundo, obra de Yangel Herrera, del que fue un espectador de lujo. Se quedó con la miel en los labios al ser incapaz de dirigir hacia la portería un potente centro de Víctor Díaz. Fue sustituido por Vadillo, felicitado por sus compañeros y muy silbado por Balaídos. Música celestial para sus oídos.
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