Entre Weissman y Dominique

La gestión deportiva exige un ejercicio complejo de interpretación. La trayectoria pasada de un jugador no garantiza el acierto, aunque mitiga el riesgo. En la era del 'big data', acumular 'terabytes' de información tampoco basta para asegurar el éxito de un fichaje, ya que cada rendimiento se produce en un contexto específico. Heráclito lo expresó con precisión: «nadie se baña dos veces en el mismo río». Por tanto, ni el jugador ni el entorno son iguales en dos momentos distintos. Evaluar un fichaje implica observar el carácter, el momento de forma, la motivación y la capacidad de adaptación. Más que preguntarse si ha rendido, lo que importa es la probabilidad de que lo haga en su nuevo marco de actuación.

En ese horizonte incierto, los clubes con recursos limitados encuentran valor en el talento por madurar. El modelo del Mirandés, orientado a captar jugadores en el umbral de su desarrollo, ofrece un enfoque que merece atención. No es directamente replicable en un club como el granadino, pero orienta una posible vía: invertir en el potencial a punto de eclosionar, no solo en la trayectoria. Mientras llegan los refuerzos que equilibren la planificación, Pacheta trabaja con un grupo joven, con varias piezas del Recreativo que podrían revelarse como recursos interesantes. Jugadores como Oscar Naasei y Dominique Moubeke representan incógnitas razonables. En un escenario de dudas, resulta tan frágil dar por seguro el rendimiento de un veterano como descartar el de un futbolista en formación.