En la zona cero de la más pura greñuidad
Todo lo que sucede en el barrio pasa en algún momento por la plaza del Realejo
La Plaza del Realejo es un vórtice, el ojo del ciclón que arremolina todo lo que pasa, ha pasado o pasará en algún momento en ... el barrio. Es algo así como la zona cero de la greñuidad, esa condición sustantiva que tienen los greñúos, los propios de este barrio granadino, con personalidad propia que se resiste a desaparecer.
Aquí se encuentra la tienda de Enriqueta, que llevan a hora sus descendientes, donde puedes comprar pollos y huevos frescos. Aunque es lo de menos, lo mejor son las tertulias que se forman mientras se hace cola a la sombra, donde se debate de lo divino, de lo humano y de lo greñúo. Es una experiencia que hay que saborear y que, en ningún caso, debería desaparecer a lomos de los airenbí y tendencias extrañas de este mundo moderno complejo que acecha en cada esquina que se vende para dejar de ser lo que siempre ha sido.
Los personajes
En la plaza abundan los personajes, los comercios y los vecinos, que cruzan esta pequeña plaza greñúa al menos un par de veces cada día. Ejercicio éste que permite comprobar que todo está en su sitio, que todo está operativo y que no ha ocurrido ningún cambio trascendental.
Está bajo la sombra de sus frondosos árboles, que si superas el metro ochenta tienes que agacharte para pasar bajo ellos, un pequeño parlamento sentado en sus bancos como senadores romanos dispuestos al debate. Estos bancos no tienen apenas unos cuantos años, pero han sido muy bien recibidos por el personal greñúos, de forma que es complicado encontrar sitio por las mañanas, todavía un poco frescas, hasta que luego el sol siga haciendo de las suyas.
Bajo la sombra, entonces, de estos árboles, hay ahora desde hace poco más de un año una terraza breve y escueta, pero digna, con mesitas de tijeras y unas cuantas sillas que se han convertido en uno de los lugares más seductores del lugar. Corresponden al bar 'Entre Raíces', una iniciativa, también, muy bien acogida.
«El trasiego de vecinosy vecinas –que se paran, saludan, hacen cola–, da vida a un barrio sin igual»
Hay tres lcoales más en la plaza, muy recomendables. La pequeña joyería artesanal y, en la esquina, la pizzería para llevar que vende triangulitos de lo más apetitosos. Y, las más antiguas de la plaza, Virginia y Raquel, farmacéuticas, que atienden todas las necesidades del barrio con sendas sonrisas y un buen toque de educación envuelto en cordialidad.
Queda de esta forma retratada una sombra greñúa de lo más característica, con todos sus elementos dispuestos en perfecto estado de revista. Falta contar el trasiego de vecinos y vecinas, que se paran, que saludan, que hacen cola, que compran, que dan vida a un barrio sin igual.
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