El yugo de la esclavitud voluntaria
Opinión | Puerta Real ·
Pablo Iglesias aprovechó la Semana Santa para proclamar 'urbi et orbi' que, como Franco, siente admiración por Eva Perón. Ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito y que la primavera la sangre alteraESTEBAN DE LAS HERAS BALBÁS
GRANADA
Domingo, 1 de abril 2018, 01:33
Abril abre la aduana del amor de madrugada, deja colgada la nieve en la Sierra y siembra la ciudad de poesía. Dicen que es un ... mes para vivirlo a tope. En el desván de marzo se han quedado los capirotes de los nazarenos, con ese olor de lluvia al que uno nunca se acostumbra en este sur de soles y calores de fragua. En los arriates apuntan los botones de vida de las rosas y el viento rola hacia el oeste para facilitar el vuelo a las calandrias. Los caracoles abrillantan con su baba los troncos de los chopos y zumban los primeros abejorros alrededor de la flor de los cerezos. Vuelve la primavera que estaba agazapada entre musgos y piedras esperando el final de las ventiscas. El abril de geranios y jacintos, de azaleas, jazmines y gladiolos; el abril de mariquitas, orugas y babosas; el abril de Federico «entre flores de la huerta» y el abril de los libros y las primeras ferias de farolillos y faralaes. Todos esos abriles comienzan hoy, entre las nubes del incienso infantil de Los Facundillos.
Hoy es el domingo de la Pascua florida, una fiesta cuya esencia hace tiempo que quedó enterrada en el asfalto de la operación retorno y tapada por el humo de las primeras barbacoas familiares. Aquellos días de repique gozoso de campanas, de zapatos limpios y camisa nueva, con el aroma de las primeras lilas asomando su cresta sobre los tapiales de huertos y jardines, ya no existen. Era la Pascua grande de desayunos con chocolate y churros al salir de la iglesia, de carreras infantiles persiguiendo a las palomas perezosas de la plaza, del regreso a la luz recién estrenada de mañanas azules, despejadas de nubes y una banda de música al final de la calle.
El día de hoy, más que domingo, es víspera de lunes. Viene con las horas justas para hacer maletas, consultar el mapa, llenar el depósito, mirar la previsión del tiempo, informarse sobre los atascos... y meterse en el carril que nos devuelva a casa. El que fuera día grande del Occidente cristiano es ahora una inmensa caravana de nervios y frenazos; es la última penitencia impuesta por ese demiurgo impulsor del desarrollo que se llama modernidad. Mañana, en el trabajo, contarán su viaje y enseñarán sus fotos a los compañeros que, a su vez, enseñaran sus fotos y contarán su viaje. Porque mañana es el día en que todos nos vamos a enterar de dónde ponen el mejor bacalao al horno, de lo fría que estaba el agua en aquella apartada cala sin apenas gente y de lo que vale un peine. O una tapa, es igual. Incluso es posible que mañana nos den algún detalle nuevo de este largo regreso, de este eterno retorno de García Lorca a la plaza de la Romanilla.
He dicho antes que todos vamos a contar nuestra experiencia vacacional, pero no. Carlitos Puigdemont, por ejemplo, no va a volver el lunes a su trono republicano de Waterloo para arengar a su grey obediente y sumisa, ni para contar en su homilía matinal al rebaño fiel de independientes el frío que hacía en Finlandia o lo cómodo que es el hotelito alemán, en el que le han proporcionado comida y cama gratis.
Otros, como Pablo Iglesias, no han podido aguantarse las ganas de relatar su experiencia semana santera y el jueves nos confesó que se había ido a Buenos Aires y que su encuentro con la ex presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner le había «impresionado por la personalidad y la dimensión de liderazgo que tiene en Argentina». Hasta ahí, no iba mal la cosa, pero ya metido en faena reivindicó las raíces 'peronistas' de Podemos y remachó su afirmación diciendo que «Cristina es una figura histórica al nivel de Evita Perón». Todavía no he salido de mi asombro, porque su fascinación por Eva Perón es la misma o muy similar a la que experimentó por esta mujer Francisco Franco Bahamonde. (Me estoy refiriendo -por si no se ha entendido muy bien- al dictador que hace setenta y nueve años tal día como hoy firmó aquel último parte de guerra que decía: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado»).
En este punto, uno no sabe si deducir que los milagros existen, que los extremos se tocan, que beber mucho mate es pernicioso para la salud mental, o que Pablito desconoce la admiración que el viejo general sentía por la bella rubia argentina, a quien paseó en carne mortal por toda España, incluida Granada, en 1947, el año en que murió Manolete, por más señas. Pero es que, por si esto fuera poco, el marido de Evita, el general Juan Domingo Perón, firmó con Franco el famoso Pacto Comercial y de Pagos, otorgó créditos en condiciones muy favorables al régimen y se convirtió en el más firme baluarte del régimen franquista en los foros internacionales. Cuando Perón tuvo que exiliarse, vino a Madrid, a un chalé de Puerta de Hierro. Todo esto es historia que ya amarillea en las hemerotecas y no tiene vuelta de hoja. Lo que me sorprende es que el señor Iglesias Turrión confiese que tiene los mismos gustos que el difunto del Valle de los Caídos, al que está empeñado en desenterrar. Con tanta historia, casi se me olvida reseñar que a Iglesias le otorgaron el premio Rodolfo Walsh de Periodismo, el mismo que también han recibido Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Correa y Evo Morales.
Se nota que ya ha llegado abril, abriluco, el mes del cuco, ese pájaro que pone sus huevos en el nido de otro.
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