La vuelta de Íllora al confinamiento y los cierres: «El golpe ya no es solo económico, también es moral»
El alcalde, en cuarentena tras dar positivo, cuestiona la utilidad de unas medidas que han sumido en la desolación a los 'no esenciales'
Que la vida puede cambiar de un momento para otro –y a mucho peor– es una de las grandes lecciones que está dejando la pandemia. ... Los ilurquenses, por desgracia, la tienen bien aprendida. De ser un modelo de contención del coronavirus en la primera ola, que cruzó por el pueblo sin dejar apenas contagios, han pasado a colocarse entre los municipios que en peor situación afrontan la tercera ola. Con su grado dos, dentro del nivel de alerta cuatro y más de mil contagios por cada cien mil habitantes, Íllora es junto a Pinos Puente la localidad más poblada de las 32 que están sometidas al cierre perimetral y la clausura de toda actividad no esencial.
El confinamiento del alcalde tras confirmarse su positivo por Covid-19 y las calles vacías bajo la lluvia de enero eran ayer la mejor metáfora de la tristeza con la que localidad iniciaba esta nueva travesía en el desierto, en principio de catorce días revisables, para desesperación del pequeño comercio y la hostelería.
«La situación es muy complicada porque la tendencia es que sigan subiendo los casos en los próximos días. Sabíamos que iba a pasar después de Navidad, pero no esperábamos un repunte tan grande. Lo más triste es lo que van a sufrir otra vez los pequeños negocios», comentaba ayer el alcalde de Íllora Antonio Salazar, por teléfono.
Está aislado en casa pero, por fortuna, solo tiene síntomas leves: «Ojalá que todos los vecinos pasaran el Covid-19 como yo». El regidor volvía a hacer un llamamiento a la responsabilidad individual y a que «nos cuidemos entre todos». En este sentido expresó su preocupación ante la posibilidad de que, en la campaña de la aceituna, «hay quien vaya a trabajar con síntomas porque no puede permitirse el lujo de perder el día».
También animó a los vecinos y negocios del pueblo para que no desfallezcan con la confianza de que la situación «remonte en febrero» y que Íllora pueda ver aliviadas sus restricciones.
«¿Sirven?»
«Me pregunto si sirven de algo estas medidas en un municipio de este tamaño ¿Sirve de algo que estén abiertos la mayoría de los negocios mientras que los de ropa y calzado están cerrados? ¿O que en el mercadillo pueda haber puestos de menaje y comida pero no de ropa y calzado», reflexionaba el regidor.
En los negocios, la sensación ayer era de tristeza y desolación. Incluso en los 'esenciales'. «Esto no beneficia a nadie, no tenemos más ventas porque la gente no pueda salir a comprar fuera del pueblo, al contrario. Cae el consumo, perdemos los pedidos de los bares, las ventas de la tarde... Lo peor por supuesto se lo llevan los que han tenido que cerrar otra vez. Me pongo en su pellejo y es inaguantable, tienen toda mi solidaridad», comentaba la propietaria de la frutería Inma.
La «frustración» y «desesperación» de los hosteleros la resumía Morgan Avilés, propietario de la cafetería Latino, un negocio donde se han cumplido a rajatabla las normas de seguridad. «Después del impacto económico que llevamos soportado, el esfuerzo que hemos hecho para mantener todas las medidas, la ventilación,... es que llegas a sentirte mal. El daño ya no es solo económico, es moral. Anímicamente estamos destrozados. Nos cierran sin aportar datos ni evidencias de que los contagios se producen en la hostelería, ¡si son familias enteras las que están contagiadas por las reuniones de Navidad!», comentaba el hostelero. «Es que no es justo, la solución no puede ser siempre cerrar la hostelería», protestaba.
Por su parte, la Policía Local inició ayer controles aleatorios para vigilar el cumplimiento de las medidas y el cierre perimetral. En la entrada por la carretera de Granada cayeron ayer las dos las primeras sanciones a vecinos de Casanueva y Huétor Tájar que entraron en Íllora sin justificación.
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