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Villarejo

PUERTA REAL ·

Villarejo, bien vale una misa, o una parada de metro, porque el lugar rezuma historia de nuestros tranvías y porque la ciudad ha crecido tanto desde mi infancia, que ya no es la salida de la capital a otras tierras, sino que está dentro de ella

TITO ORTIZ

Martes, 13 de marzo 2018, 02:29

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Una estación del metro en Villarejo es un monumento a la nostalgia. En la Granada de mi niñez Villarejo era el fin del mundo. Para ... un albaicinero llegar a Villarejo era como entonar el 'adiós Granada', allí te salías del mundo civilizado. Echabas gasolina para el viaje y te encomendabas a San Cristóbal patrón de los conductores, cuya foto llevabas en el salpicadero junto a la de tu suegra querida. Revisabas la presión de las ruedas, el nivel de agua, del aceite y a la aventura, a comprar pan a Purullena, como Miguel de la Cuadra Salcedo. Pero Villarejo también era un nudo de vías del tranvía, que entonces vertebraba no sólo la capital sino todos los pueblos del área metropolitana. Villarejo siempre ha tenido tradición tranviaria. Sus cocheras así lo han acreditado históricamente desde que, en 1904, circuló el primer tranvía granadino eléctrico, ya que los tirados por mulos o caballos habían comenzado su andadura en el último cuarto del siglo XIX. Por lo tanto, Villarejo se merecía una parada de este moderno metropolitano que tantas satisfacciones nos está dando, y que ha revolucionado el transporte granadino de tal manera, que en un tiempo récord ha mandado a la historia la modernísima LAC, de infausta implantación y ruinoso resultado para las arcas municipales, cuyos responsables del aciago invento deberían pasar por los juzgados -cuanto menos- para dar explicaciones de tan negativa inversión y apresurada puesta en funcionamiento, con vehículos ya desechados en otros lugares por su vieja tecnología y alta contaminación. Pero, en fin, no quisiera yo atascar los juzgados más de lo que están, aunque pienso que el anterior alcalde alguna individualidad de su equipo peinada de peluquería y los responsables de la empresa de transportes urbanos, deberían ilustrar a la ciudadanía, de tan nefastos actos y peores resultados. No vaya a ser -líbreme el Señor de pensar mal de nadie- que se haya obtenido algún beneficio con este desastre llamado, la LAC. O lo que sería mucho peor, que le hayan tomado el pelo a alguien. Ya lo decía Miguel Gila: ¿Alguien ha matado a alguien?

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