En el vientre de la ballena
jorge fernández bustos
Sábado, 7 de agosto 2021, 00:49
Una opción para pasar estas tardes veraniegas es en el vientre de una ballena, que más que una idea descabellada goza de luminosos precedentes. No ... me refiero a la pobre ballena gris que se perdió recientemente cerca de Mallorca y deambulaba desorientada a miles de kilómetros de su hábitat natural, sino al interior habitable de este monstruo marino que hemos conocido en libros y películas y que algunos llaman leviatán.
Durante la edad de oro de los viajes oceánicos, los marineros europeos vieron al Leviatán como una gigantesca ballena que devoraba naves enteras creando un torbellino al nadar rápidamente alrededor de los cascos. El héroe devorado por el monstruo y devuelto posteriormente desde las tinieblas a la luz, es una parábola de iniciación común a muchísimas culturas.
Desde Jonás hasta Pinocho, pasando por las fábulas orientales, los mitos clásicos, los viajes maravillosos o la leyenda medieval de Alejandro Magno, que bajó al fondo de los océanos metido en una campana de cristal amparado por una ballena, los hombres han puesto sus ojos en el interior de estos hermosos cetáceos.
Debido en gran parte a 'Moby Dick', el Leviatán ha sido asociado con el cachalote. 'Pinocho', en la versión de Disney, es tragado por un cachalote, a pesar de que en la historia de Collodi, se habla de un «pesce-cane» (pez-perro o tiburón).
En el siglo primero de nuestra era, Plinio el Viejo afirmó que los más grandes animales de la naturaleza «se encuentran en el mar Índico; entre ellos, ballenas de cuatro yugadas» (280 metros). En el océano Gálico se encuentra otra especie de cetáceo, es el cachalote, «que se levanta a modo de inmensa columna y poniéndose más alto que las velas de las naves eructa una especie de diluvio».
En el siglo siguiente, Luciano de Samósata cuenta cómo su nave y su tripulación fueron engullidos por una ballena: «Navegamos dos días con buen tiempo, mas al amanecer del tercero, vimos muchos monstruos marinos, y entre ellos ballenas. La más grande de todas medía unos mil quinientos estadios de longitud. Avanzaba hacia nosotros con la boca abierta, agitando el mar, toda bañada en espuma, y mostrando unos dientes mucho mayores que nuestros símbolos fálicos, nos tragó, mas no tuvo tiempo de destruirnos con sus dientes, pues, a través de los intersticios, la nave se deslizo al interior».
En el Antiguo Testamento Jonás desoye la misión divina de dirigirse a Nínive a anunciar a sus habitantes el castigo por sus pecados. Dios castiga su desobediencia desencadenando una gran tormenta. Los marineros arrojaron a Jonás por la borda, al considerar que era el causante de la cólera celeste. El mar se calmó, pero Jonás fue engullido por un pez grande en cuyo vientre permaneció tres días y tres noches. En su angustia invocó al Señor quien, apiadado por su arrepentimiento, ordenó a la ballena devolver su presa a la costa.
Cuenta Cunqueiro que, en el mar de San Ciprián (Lugo) se aposentó una ballena tan grande que cuando movía la cola se levantaban olas inmensas y sus bramidos se oían dos leguas tierra adentro. Los balleneros no osaban acercarse a ella y ningún marinero se atrevía a salir de pesca. Cuando tocaban las campanas de la iglesia, en cambio, la ballena se acercaba y bramaba suave, como si hablase. Enterado el obispo Gonzalo del suceso, se encaminó a la playa de San Ciprián, donde escuchó el murmullo de la ballena como si oyera un cristiano en confesión. Cuando el pez abrió su enorme boca, el obispo se perdió en la oscuridad de su garganta, apareciendo a poco con una imagen de Nuestra Señora en los brazos.
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