Víctimas
A media voz ·
«Mueren más mujeres pobres que de clase media, y más de clase media que ricas»ALEJANDRO PEDREGOSA
Sábado, 18 de agosto 2018, 00:46
Antes incluso de que se iniciara ya sabíamos que esta semana iba a estar dedicada a la memoria de las víctimas. El día 17 se ... movilizaría Barcelona para no olvidar que hace un año la barbarie yihadista atacó el corazón de la ciudad en nombre de Alá. Un día más tarde (hoy) estábamos preparados en Granada para honrar la memoria de nuestro más insigne poeta al que unos falangistas asesinaron en nombre de la patria (y también de Dios) hace ya ochenta y dos años. Sin embargo un inesperado torrente de víctimas ha tomado por asalto la actualidad y nos ha obligado otra vez a fruncir el ceño ante la tele y mascullar para nuestros adentros: Dios mío, Dios mío.
El martes, en Dúrcal, a menos de media hora de donde asesinaron a Lorca, cayó una mujer acribillada a navajazos por su pareja. Se llamaba Leyre y era pobre (eso que los amantes del lenguaje vacío llaman ahora 'sin recursos'). Dicen las estadísticas que la violencia machista es transversal, que afecta a todas las clases sociales. El asesinato no lo es. Mueren más mujeres pobres que de clase media, y más de clase media que ricas. De eso se habla poco. Las otras víctimas inesperadas nos llegaron desde Génova. Políticos y empresarios ya han empezado a pasarse la pelota de la culpabilidad lo cual quiere decir que todos saben que el siniestro podría haberse evitado. Para terminar de arreglar la semana una investigación judicial en Pensilvania ha sacado a la luz los abusos continuados de curas sobre miles de niños y el encubrimiento constante y criminal de la jerarquía católica. Los obispos del lugar ya han pedido perdón, así que no tiene usted de qué preocuparse. Todo resuelto.
De Granada a Pensilvania el mundo entero está lleno de personas que sufren la humillación, el abandono y la violencia criminal de sus congéneres. Se llaman genéricamente 'víctimas' y solo algunas muy señaladas (como Lorca) consiguen que su nombre remonte la empinada montaña del olvido. Recordamos el nombre de Santi Potros pero no el de sus víctimas en Hipercor; conocemos a Bin Laden y a Bush pero nunca sabremos el nombre de los miles de inocentes que se llevaron por delante. Víctimas las hay de todo tipo y condición. A menudo cometemos el terrible error de minimizar el sufrimiento de las víctimas que no participan de nuestro perfil ideológico. Son los otros: los colaterales. Hay un camino muy sencillo para posicionarse en el lugar correcto con respecto a cualquier conflicto: estar siempre con las víctimas; con todas las víctimas. Conviene por otro lado (aunque suene duro) que las víctimas abandonen su condición lo antes posible, que no se agarren a la lógica tentación de vivir eternamente a la sombra de su victimismo. Recuperar en cuanto se pueda el gusto por la vida es la mejor revancha contra aquellos que un día intentaron segar nuestra felicidad. Para ello es indispensable que la justicia funcione. Y también el amor, porque para volver del infierno la justicia sola no alcanza.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión