El último pastor trashumante guía mil ovejas escoltado por la Guardia Civil por la carretera de La Alpujarra
Gabriel Gallegos mueve su rebaño desde La Herradura a Bubión y luego a Sierra Nevada en busca de «las tres primaveras de Granada»
Nieto, hijo y hermano de pastores, Gabriel Gallegos (Bubión, 1969) supo desde que tuvo uso de razón que su mundo eran las ovejas. Tenía solo ... diez años cuando su padre le confió el cuidado de sus dos primeras ovejas. Tanto las quiso que les dio alfalfa para que se hartaran y murieron del atracón.
Cuarenta y tres años después, aquel pequeño ovejero vocacional es un sabio del pastoreo itinerante que atesora el saber de un oficio ancestral. No hay parto de oveja que se le resista y podría reconocer a cualquiera de las suyas entre un millón. Su hermano mayor, del que aprendió los secretos de la trashumancia, es Miguel, el mítico 'pastor de la manzanilla' que, por cierto, se encuentra bien de salud y vive en una residencia en Huéscar.
En los tiempos en los que la globalización impone la carne de macrogranja, el tipo de ganadería extensiva, ecológica e itinerante que practica Gabriel está en peligro de extinción. «En los años Noventa éramos 36 los ganaderos en La Alpujarra. Ahora quedamos seis pero este año la trashumancia solo la he hecho yo. Esto se perderá», vaticina.
Gabriel es el último pastor de la Alpujarra que se mueve al ritmo de las estaciones y persigue con su rebaño de mil ovejas las tres primaveras de Granada. Y es que, según cuenta, la provincia ha sido históricamente un paraíso para la trashumancia porque tiene lo que pocos lugares en el mundo pueden tener. En invierno, una primavera que se refugia en la Costa Tropical, luego la primavera oficial en la que las ovejas viven en La Alpujarra y una tercera primavera que se instala en Sierra Nevada en los meses de verano.
«Pero ahora la trashumancia no funciona bien con esto del cambio climático y la sequía. Lo normal es que nos vayamos a la Costa en noviembre y este año hemos bajado dos meses más tarde porque no llovía. La espera me ha costado 10.000 euros en pienso», lamenta el ganadero.
En enero, el rebaño de ovejas hizo el camino desde Bubión hasta la Costa granadina bajando por el río Guadalfeo. Esta primavera el agua ha vuelto al río, por lo que han tenido que cambiar la ruta de retorno hasta La Alpujarra haciendo un tramo por el asfalto.
En una semana, a una media de 25 kilómetros diarios por veredas y caminos, van a completar el tour que les lleva desde la finca de La Herradura donde las ovejas han pasado el invierno hasta Bubión, donde el pastor tiene su explotación. Cuando apriete el calor volverán a salir para buscar hierba fresca a los prados de Sierra Nevada.
Ayer, el rebaño del último pastor trashumante realizó el tramo que va desde la presa de Rules hasta el puente de los Siete ojos en Órgiva, a través de la carretera A-346 para evitar el río. Lo hicieron escoltados por la Guardia Civil y ante la expectación de los ocupantes de los vehículos que se iban cruzando, que inmortalizaban con sus teléfonos móviles este espectáculo único.
Embarazadas
«No es que sea yo un romántico de la trashumancia, es que montarlas en un trailer me costaría seis mil euros», cuenta Gabriel entre risas. Además a sus ovejas –todas suben de la Costa embarazadas– les encanta hacer el camino. «Saben perfectamente llegar a su casa. Si intentas engañarlas en esa curva, verás como ellas cogen la dirección correcta, son más listas de lo que parecen», asegura.
Aunque el pastor es un apasionado de su trabajo, dice que los kilómetros a pie y los 365 días en el campo le empiezan a pesar. «Ya noto la edad. Ahora viene la peor racha de trabajo del año, en veinte días me nacen 900 corderos y cuando acaba la jornada me siento en la puerta del corral que no puedo tirar del cuerpo», relata.
El peor día de su año, sin embargo, es en el que vende sus borregos a un cebadero, que a su vez exporta luego la carne a países árabes donde tiene gran demanda. «Para mi es muy duro. Yo no puedo hacerlo, a quien has criado y has visto nacer, no lo puedo matar», asume triste.
El pastor, cuenta que su oficio está cada vez más difícil, los costes del pienso se han disparado, las fincas de pasto en la Costa están desapareciendo y el futuro en Granada es complicado.
Aún así, su hijo Jorge, ha heredado el gusanillo familiar. «A mi me encanta esto, quiero formarme con cursos y llevar mi propia explotación», asegura el joven, que a sus 19 años conduce orgulloso el rebaño de su padre por la carretera. Al llegar Órgiva, continúan la ruta por veredas y los guardia civiles que les han escoltado se despiden: «¡Hasta otro año si Dios quiere!». Y Gabriel y Jorge les dicen que sí, que con ellos habrá muchos más años de trashumancia en Granada.
«Que los animales salgan adelante es una satisfacción, verles comer, el contacto con la naturaleza, dormir en Sierra Nevada con tres mantas en verano... Esto merece la pena. Las ovejas dan mucho quehacer pero también muchas alegrías», sentencian.
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