Treinta años de lucha por la investigación feminista
El instituto Universitario de Investigación de las Mujeres y de Género empezó entre «risas» de los académicos. Ahora cuenta con más de 30 profesores de referencia | La falta de reconocimiento de los estudios de género penalizaba las carreras de las docentes en sus disciplinas hasta el año pasado
Pilar garcía-trevijano
Granada
Jueves, 7 de marzo 2019, 00:39
Antes de que el discurso feminista impregnara las camisetas de grandes firmas de moda, una decena de jóvenes docentes granadinas abrieron la veda para que ... el movimiento en pro de la igualdad se adentrara en los departamentos de la Universidad, el conocimiento y las mentes de las nuevas generaciones. Corrían los años ochenta y desde diferentes disciplinas (ciencia política, comunicación, arqueología, educación, filosofía...) las profesoras se atrevieron a dar un paso adelante para incluir en la investigación científica las voces silenciadas, los avances y la mirada de la mitad de la población. Las pioneras empezaron a divulgar con perspectiva de género en jornadas y seminarios. Recibieron las burlas de algunos de sus compañeros con frases del tipo «¿cómo vas a ser feminista si no eres fea?», pero capearon el temporal hasta constituir en 1996 uno de los primeros institutos de España que en la actualidad cuenta con más de treinta investigadores y un máster internacional propio, el programa Gemma.
El camino del progreso «no es rápido, ni fácil». Al llegar a sus departamentos eran reconocidas como «rubia» o «morena», aguantaban que a sus compañeros se les preguntara por sus tesis, cuando a ellas les hablaban de ser madres. Conversaciones que se repiten a día de hoy, aunque en menor medida. Además, hasta 2018 el Ministerio de Educación no reconocía los estudios de género como un área específica de la investigación. La falta de reconocimiento penalizaba a las investigadoras y profesoras en su promoción profesional, lo que las obligaba a adscribir sus trabajos a otras áreas de conocimiento y ser evaluadas por personas que no eran especialistas en la materia. «El feminismo no estaba bien visto en los años ochenta y nos costó constituirnos como centro de investigación. No cejamos en nuestro empeño porque no podíamos entender que nuestra práctica universitaria estuviera alejada de nuestra práctica feminista y que la ciencia obviara a la mujer en sus análisis», explica Cándida Martínez, catedrática de Historia y exconsejera de Educación. «Hemos contribuido a cambiar en gran medida la noción de la realidad desde nuestros estudios y en las aulas como docentes», manifiesta.
Ana María Muñoz, directora del instituto, admite estar orgullosa del recorrido: «Desarrollamos el feminismo académico, dirigiendo investigaciones e introduciendo asignaturas en distintos planes de estudio, pero también hemos saltado de los libros y formamos parte de la cultura. No nos hemos alejado de la sociedad. Ponemos en marcha muchas actividades, como ciclos de cine, que ponen las cuestiones de género sobre la mesa y tenemos publicaciones propias como Feminae o Arenal», comenta. Debates que, una vez han logrado colar en la parrilla de los medios de comunicación y son más visible que nunca, «no pueden dejarse de lado para no dar ni un paso atrás». Todas apuntan que el discurso se hace más necesario: «Vivimos dos realidades paralelas. Por un lado una vertiente de concienciación y medidas de igualdad, por otro hay un repunte del androcentismo como forma de enfrentamiento a los avances», asegura Victoria Robles, profesora de Pedagogía.
¿Buena madre o investigadora?
A pesar de todos los avances, todavía encuentran entre la autoridad académica reticencias. «Se menosprecian los estudios de las mujeres y las investigaciones de género han supuesto un obstáculo en nuestra carrera docente, ya que hasta hace nada no se reconocían», lamenta María Dolores Mirón, secretaria del instituto y profesora del departamento de Prehistoria. En la Facultad de Arqueología, ella y la profesora Margarita Sánchez Romero rescatan el papel de la mujer en las ciencias olvidadas y la Grecia clásica, cuna de la Filosofía y de los pensadores que empezaron a cometer el error de olvidar a las mujeres.
Las investigadoras también tienen que subirse al ring una vez atraviesan las puertas de sus departamentos. «Los cuidados siguen siendo nuestros. Tenemos que hacer muchos malabarismos dentro y fuera de Universidad», denuncia Adelina Sánchez, profesora de Filología. «Nos sentamos a escribir, pero también nos toca cuidamos a los niños. La distribución de tareas sigue siendo la asignatura pendiente», sentencia.
María Angustias Parejo, profesora de Ciencia Política, coincide. «El tiempo y las prioridades impuestas son las desigualdades fundamentales entre los dos sexos», afirma. «Las mujeres vivimos esto como un debate individual, pero es algo público porque se nos juzga. A ojos de otros eliges ser mala madre, mala hija o mala pareja por dedicar tiempo a la investigación. No queremos renunciar a nuestra vida personal tampoco», lamenta. Por último, Gerardo Rodríguez, profesor de filología, apunta que al especializarse en literatura femenina en Oxford se sintió «un intruso». Por esta razón se dio cuenta de lo necesario que era el feminismo, construir otros relatos de masculinidad y comenzó su andadura como investigador de género.
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