Transicionar antes del cambio legal: «Desde que tuve uso de razón sabía que no era un niño«
Sandra Rodríguez Salas tuvo que aportar un certificado psicológico de disforia de género para poder modificar sus datos hace nueve años
A muchos de ustedes les sonará el rostro de Sandra Rodríguez Salas, pues ha sido en el último año concejala del PSOE en el Ayuntamiento ... de Granada. Es mujer trans y la tramitación de su cambio de nombre y género en el Registro Civil no fue tan simple como lo será para quienes den ahora el paso. Ella lo hizo en 2014.
Sandra, que es profesora de Economía en un instituto de Enseñanza Secundaria, fue aquel año al Registro Civil de Granada y aportó una serie de documentos para acreditar que era una mujer. Entre ellos, un certificado del psicólogo y un informe de la clínica capilar donde se hizo el láser para eliminar el vello. «Fueron cuatro meses lo que estuve esperando desde que lo pedí hasta que me lo concedieron», recuerda.
Pasó todo ese tiempo viviendo con una apariencia exterior de mujer y con el nombre «al revés». Y fue, como admite, muy violento, «porque cuando iba a pagar en cualquier sitio tenía que explicar que estaba en un proceso, en una transición. Y es muy curioso, porque la gente se ponía colorada y pedía perdón», rememora Sandra. Su hermana Yolanda, que es diseñadora gráfica, le hizo entonces unas tarjetas de visita con su nombre femenino.
Con su familia fue poco a poco. Fue a ella, a Yolanda, a quien Sandra le contó primero que se sentía una mujer y luego a sus otros dos hermanos. «Yo creo que mi transición comenzó en el momento en que tuve uso de razón; desde que tuve uso de razón sabía que no era un niño», manifiesta.
«Estuve 40 años viviendo como debía de vivir un hombre hasta que no pude más», agrega Sandra, que padeció «crisis serias, depresivas y ansiosas» antes de transicionar hace una década. Ahora tiene 51 años.
«Yo hice la transición jurídica antes de la ley actual, acogiéndome a la ley que había vigente desde 2007, que ya fue una ley pionera en su momento», señala. Los trámites entonces consistían en acreditar dos años de tratamiento médico (hormonación) y aportar un certificado piscológico de disforia de género.
«El papelito»
Rodríguez Salas recorrió los despachos de otros profesionales antes de llegar al psicólogo que dio fe de su disforia. Ella tuvo suerte: le cobró, como es lógico, por las consultas, pero el «papelito» que la anterior norma le exigía para poder realizar el cambio de datos se lo dio gratis. «Otros me consta que cobraban 100 euros por el papelito».
«Yo lo tuve en principio sencillo, pero hay gente a la que se lo echaban para atrás», advierte Sandra, que considera la ley trans «absolutamente imprescindible, necesaria, oportuna y bueno, mejorable, pues han quedado cositas en el tintero, como las personas no binarias, como las personas migrantes...».
La anterior norma era positiva, pero si hubiera funcionado no se hubiera pedido esta, según recalca Sandra, que quiere que la sociedad crea que ella es lo que es, una mujer, no porque lo diga un psiquiatra o un psicólogo en un papel, sino porque lo dice ella.
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