Tasman, el agente canino de la Guardia Civil que protegerá a los líderes en la cumbre de Granada

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Tasman agita la cola mientras sus compañeros terminan el ejercicio. Sabe que ya le toca, pero no se pone nervioso. Lo ha hecho mil veces. Está acostumbrado al rugido del rotor del helicóptero al que se tendrá que subir. No le despista ni la calor que enciende el asfalto a estas horas ni las vistas de una Granada a la que viene para proteger a los 51 mandatarios que se reúnen en la cumbre europea. Tampoco los flashes de los periodistas, que lo retratan cien veces mientras baja del coche. Para él, uno de los agentes caninos del Grupo de Acción Rápida (GAR), uno de los cuerpos de élite de la Guardia Civil, solo existe el deber.

Entre los agentes, son especialmente valoradas las habilidades de Tasman y del resto de canes de la compañía, según reconocen a IDEAL. Forjados desde que son crías, son fieles, atentos y se lanzan al peligro sin temor. Nada los saca de los operativos. Ni los ruidos extremos, ni los olores, ni la tensión. «Solo atienden las órdenes de sus compañeros», explican. Tasman, como el resto de la manada al servicio de la unidad, lleva mucho tiempo ejercitándose. Su especialidad es la lucha contra elementos terroristas y la ejecución de operaciones que entrañen gran riesgo. En esos escenarios, se agradece especialmente la rapidez de acción que tienen estos agentes especiales de cuatro patas. No están enseñados para ser sociales, sino para suprimir una amenaza al recibir la orden y están bien enseñados. «No os acerquéis porque muerde, el perro muerde», advierte a los periodistas uno de los guardias civiles que vienen con él desde Logroño, donde está su base operativa.

Tasman se sitúa entre las piernas de su compañero para los últimos preparativos. Se deja hacer. Primero, le atan a su impresionante lomo de Pastor Alemán un chaleco oscuro con protecciones. Después, le ponen un casco y unas gafas que se cierran detrás de sus puntiagudas orejas. Él saca la lengua. La imagen es impresionante. «Es uno de los mejores perros que tenemos», murmura uno de los guardias civiles a los periodistas.

La prueba final empieza cuando Tasman salta al helicóptero junto a tres de sus compañeros. El motor se enciende, la nave asciende al cielo y se pierde entre los olivares cercanos. Durante unos instantes, el público pierde de vista el aparato, pero el rugido no deja de escucharse. Ese momento lo aprovecha el cuarto agente, de nuevo en el rol de atacante, para encender el coche y moverse en el interior. Es entonces cuando los agentes lo detectan y caen sobre él como águilas sobre su presa. Tasman hace el 'gusano' como los demás y aguarda su turno. Cuando llega la señal, se lanza al peligro y derriba al atacante. La mordida es terrible. La baba caliente y pegajosa cae sobre el asfalto mientras él sujeta el brazo del enemigo con sus mandíbulas. El momento lo aprovechan los otros agentes para reducirlo. Es solo en ese momento cuando él se sienta y descansa. El trabajo está hecho.

Los compañeros lo miran con orgullo. Dos de ellos se acercan y le pasan la mano por el hocico. Él agita el rabo, feliz. Después, sube de nuevo al coche y se sienta junto a otros agentes caninos que aguardan allí. «Para él, es solo un juego», dice a IDEAL otro de los efectivos que participa en la prueba, «pero, para los agentes de su grupo, es un seguro porque nunca falla». Ese es Tasman, el seguro, el can de élite de la Guardia Civil, uno de los perros guardianes que protegerá a los líderes más poderosos del mundo durante los dos días que pasen en Granada para marcar el rumbo de la nueva Europa.