Sobre el ombligo de las sirenas
jorge fernández bustos
Sábado, 14 de agosto 2021, 00:39
En el Arrecife de las Sirenas, en el Cabo de Gata, es más probable que lleguemos a ver una humilde foca monje que a la ... dama marina que le da nombre al rompiente, pero no hay que desesperar. Si admitimos con Borges que el Centauro es la criatura más armoniosa de la zoología fantástica, convendrán conmigo en que la Sirena es como poco la creación más sensual y misteriosa del orbe de invenciones míticas. No obstante —podemos pensar—, la sirena se sobrepone a la imaginación y trasciende al plano de lo real, si acaso, en paisajes lejanos, en mares por descubrir (en Ruán los canónigos quisieron cobrarles impuestos para contemplar el espectáculo de la quema pública de las brujas). Si existen seres como el ornitorrinco, el pez espada o el camaleón, por qué no va a existir la sirena.
El padre Freijóo no creía en sirenas, asegura que «nunca existieron», «aunque sí tritones», afirma a renglón seguido, lo que para el caso es igual. Para los autores gallegos son como las meigas, que no existen, pero haberlas, haylas. Cela, por ejemplo, en su novela 'Madera de boj', no solo cree en ellas sino que escribe de su edad: «Las mejores son las que tienen cola de pescada, a las de cola de pixota (merluza) les falta madurar y las de cola de carioca (pescadilla pequeña) son demasiado pequeñas», más adelante añade con crueldad: «Las sirenas con cola de carioca no valen más que para echarlas en la sartén mordiéndose la cola, dan pena, pero los estudiantes de derecho y de magisterio también tienen que comer». Para Cunqueiro, las sirenas tienen cola de salmón —«que es la más perfecta que existe»— y se pregunta si tienen ombligo. Él mismo se contesta: «La sirena carece de ombligo, y cómo engendra de humano y pare es un misterio». «Así, me atrevo a afirmar —leemos en otro de sus escritos— que la fantástica creación participa más de su condición humana que de su mitad de pez».
Porque la existencia de ombligo es propia de animales placentarios «Todos los ombligos son redondos», escribía Álvaro de Laiglesia en los años setenta del pasado siglo. Aunque ningún ombligo es igual a otro. Si no se hubiera centrado la ciencia en la huella de los dedos, habría centrado sus esfuerzos para identificar a una persona atendiendo al centro y centro de su vientre, lo cual sería más sugestivo.
El ombligo es el botón de nuestra sexualidad. Naturalistas y mitógrafos han denunciado frecuentemente la ausencia de ombligo en las sirenas. Al ser paridas demediadas en pez, como sus congéneres, carecen de cordón umbilical y por ende de «venter ipsum», es decir, de ombligo, que no es más que la marca o cicatriz que deja dicho apéndice al ser retirado. El modo de formarse esta cicatriz dio lugar en otros tiempos a tremendas controversias para saber si era racional representar con ombligo a Adán y Eva, puesto que nacieron del barro y de una costilla respectivamente y no a través del parto.
Joyce, en el primer capítulo de 'Ulises', dice claramente en su lenguaje borbotado: «Heva, Eva desnuda. Ella no tenía ombligo. Mirad. Vientre sin mácula, bien abombado, broquel de tensa vitela, no, grano blanquiamontonado naciente e inmortal, que existe desde siempre y por siempre. Entrañas de pecado». En 1642, sir Thomas Browne escribió: «El hombre sin ombligo perdura en mí», para significar, aclara Borges en 'Otras inquisiciones', que fue concebido en pecado, por descender de Adán.
Curiosamente, por cirugía o controversias al nacer, hay quien carece de ombligo, como la modelo checa Karolina Kurkova, que luce un vientre sin mácula, ¿será sirena acaso?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión