El asombro de un antiguo funduq
En bermudas ·
La visita a uno de los monumentos granadinos más singulares de Granada, situado en pleno Centro, desata nuestra imaginaciónjesús lens
Sábado, 17 de agosto 2019, 00:51
Deben llegar antes de la puesta de sol si no quieren que les cierren las puertas de la ciudad. Vienen cansados y sucios, con el ... sudor abriendo surcos en sus caras ennegrecidas por el polvo del camino. Las mulas también bajan ya inquietas, cansadas de portar su pesada carga. Seda, sobre todo, junto a algunas piezas de cuero, collares y especias. Entonces lo sienten. El frescor del río Darro. El valle del paraíso. El cansancio desaparece y el ritmo se aviva. ¡Ahí está, por fin, Madinat Garnata, con su fortaleza roja a un lado y sus casas blancas, arracimadas en la colina de enfrente!
Para cuando el muecín llama a la oración, ya han entrado en la ciudad. Lo han hecho través del puente del Cadí, famoso por los tableros que, por la noche, dejan correr el agua por el cauce del río, pero que impiden el paso a los forasteros.
Son de confianza y les han permitido pasar sin liquidar el impuesto, que ya tendrán tiempo de hacer cuentas. Antes que ninguna otra cosa, necesitaban quitarse la roña. ¡Qué gustazo, su visita a los Baños, en la propia orilla del Darro! Un baño largo, recreándose en su paso por cada una de las tres salas de agua: fría, templada y caliente. Con masaje, que el viaje ha sido largo, pero sin contratiempos reseñables y la mercadería está intacta. ¡Ay que celebrarlo! Qué sensación, sentir cómo se destensan los músculos mientras la luz juega con los vanos de la bóveda.
Al salir de los Baños, continúan por la vera del río, en busca de la posada en la que pasarán esa y varias otras noches. ¡Qué impresión, volver a traspasar las puertas de Al-Funduq al-Gidiga, la Alhóndiga Nueva de Madinat Garnata! Curioso nombre, por cierto, para uno de los edificios más antiguos de la ciudad. Al menos, de la ciudad árabe. Cada vez que cruzan esa portada, ricamente decorada con yeserías, se sienten especialmente afortunados. Se detienen bajo los mocárabes y la vista se les pierde en la profundidad del cielo. Y aprovechan para volver a leer las palabras del Corán que decoran las traviesas de antigua madera y dar gracias por la buena ventura de un nueva travesía.
Sienten la tentación de volver a cruzar el Darro, esta vez a través del Al-qantara al-yadída, el Puente Nuevo. Les apetece asomarse a la Alcaicería, el famoso mercado de la seda de la capital nazarí, que bulle de vida a esas horas vespertinas. Sin embargo, deciden posponerlo para el día siguiente, acomodar a las bestias en el funduq, dejarlas que beban abundantemente del pilón, y subir a la estancia que siempre les reservan en la segunda planta de la posada, dando al Darro.
Posteriormente saldrán a cenar, que están ansiosos por degustar un pollo relleno de verduras, almendras y salsa de miel y el cordero horneado con especias. Y el pan, tierno y caliente, recién salido de la tahona.
Sí. Pueden sentirse afortunados de volver a Granada. Afortunados ellos, los inverosímiles personajes de este cuento imposible —disculpen los especialistas la cantidad de errores y anacronías en que habré incurrido en esta sencilla narración improvisada— y afortunados todos nosotros, que tenemos a nuestra disposición la alhóndiga mejor conservada de España. De hecho, es la única alhóndiga nazarí conservada en su integridad que queda en nuestro país. La conocemos como Corral del Carbón y se encuentra a tiro de piedra del Ayuntamiento, en pleno centro de Granada.
Como buen viajero, adoro encontrarme en los caminos posadas y fondas antiguas. Caravanserais, funduqs, ventas, hospederías, mesones, albergues y cualesquiera edificios que, a lo largo de la historia, han servido como parada y refugio para caminantes, jinetes y peregrinos.
Gracias a esa imaginación mía, tan literaria y peliculera, siempre que visito uno de estos espacios puedo sentir la presencia de las miles y miles de personas que, a lo largo de la historia, habrán pasado por allí antes, dejando su huella y su impronta. El rumor de sus conversaciones, contándose los sucedidos del camino. El calor del fuego, el chup chup de las ollas, el entrechocar de las jarras de barro… Una bendición para los viajeros.
Lo confieso: el Corral del Carbón es uno de mis edificios favoritos de Granada y, en este caso, procuro visitarlo a menudo y disfrutar de todos y cada uno de sus detalles. Me maravillan su portada y el arco de entrada, en contraste con lo austero y despojado de su interior. Es la belleza del utilitarismo.
Construido en 1336 y tras funcionar como funduq en los tiempos de los nazaríes, salió a subasta en 1531, convirtiéndose en hospedaje de carboneros. Posteriormente funcionó como Corral de Comedias, hasta 1593, cuando se convirtió en casa de vecinos. Aunque fue declarado Monumento Histórico en 1918, la sombra del derribo se cernió sobre el edificio hasta que, en 1933, fue adquirido por el Estado y restaurado por Torres Balbás.
Les recomiendo que, si lo visitan, le echen un ojo a la exposición que el Legado Andalusí tiene en su interior. 'Madinat Garnata. Ciudad y vida' muestra la historia andalusí de Granada y cómo era la ciudad en la Edad Media. Hay pocas piezas, pero muy interesantes y bien contextualizadas. De grabados de David Roberts a manuscritos y libros antiguos, mapas, planos, instrumentos musicales, brújulas y elementos decorativos.
Además, la exposición nos habla de diferentes monumentos andalusíes de Granada, del Maristán a las acequias, la madrassa, las puertas y arcos de la ciudad, sus murallas o el propio funduq que la alberga. Una ocasión de aprender y disfrutar —el audiovisual que acompaña la muestra es muy completo e interesante— y de animarse a salir en busca de los restos que quedan en nuestra ciudad de todo ese legado. Y es que el turismo arqueológico en la ciudad de Granada podría organizarse casi a modo de safari fotográfico.
Cuando pasen por el Centro, por prisa o agobio que tengan, asómense al Corral del Carbon. Más de seis siglos le contemplan y sigue luciendo extraordinariamente bien, presentando una planta estupenda.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión